jueves, 18 de diciembre de 2014

Pasos

Reconozco ser el dueño
de un orgullo que traiciona,
que me hace perder el sueño
y a mi suerte me abandona.

Como en las jugueterías
fuiste tu mi escaparate
para mostrarte en mi mundo
sin que yo pueda alcanzarte.

Pronto quise encapricharme
de ese gran mundo de oro
en el que tú a mi me engañaste.
Llegué a creer que no estoy solo.

Y yo ya no sé pensarte,
hoy doy todo por perdido.
¿Tú decidiste marcharte
o soy yo el que se ha rendido
sin empezar el combate?

No veo culpa ni culpables,
los verdugos mueren solos.
Solo veo a un triste cobarde
al que tomaste por loco
cuando todo quiso darte.

Pero ahora nada pierdo,
pues mi cuerpo está vacío.
Fuiste mi mejor intento
para volver a estar vivo
aunque ahora ya estoy muerto:
por tu culpa no respiro.

Y no sé si has encontrado
en mi orgullo el sufrimiento
de quien por ti hubo llorado
sin que le escuchara el viento
cuando le diste de lado.

Y ahora, si te soy sincero,
no sé si esto es un regalo.
He aprendido a valorarme,
he aprendido a sentir algo,
a verme como un cobarde
que de ti se ha escapado.
Pues es mejor ser un cobarde
que por pumas ser cazado
si me hacen sentir culpable
por darte lo que te he dado.

Y ahora, yo solo te pido
que tus pies no den la vuelta.
Por ti yo me vi perdido
pero vi una nueva puerta
para sentirme querido,
para girar otra tuerca.
Tú ya me has sustituido,
yo aún no encontré las fuerzas
mas seguiré mi camino
hacia nuevas primaveras
con un Mayo renacido
que por fin valga la pena.

«Siempre serás un motivo para ver que mis pasos son importantes aunque tú no los empujes.
Gracias por enseñarme a no esperarte.»

#Flautista

lunes, 1 de diciembre de 2014

A ciegas...

Caminando sobre aguas viscerales
quiso detener la tormenta.
Iluso, no se había dado cuenta
de que el huracán nacía dentro de sus entrañas.

Siempre fuiste magia, siempre te vio como poesía,
las lágrimas de sangre de quien pudo
contener amor e ira
ante imposibles impronunciables,
ante deseos quebrantados,
pues no existe deseo más oculto
que sentirse aceptado
en un mundo que muere quemado
porque el amor florece mudo.

Fuiste lluvia del desierto,
oasis en tierra de brumas,
niebla que roba cordura
a quien creció loco y murió cuerdo,
a quien abandonó todos los cuentos
antes de ver en tinta su tortura
como quien escribe y en sus dedos
saborea la amargura.

Pero hoy ya no perdura
lo que llamamos primavera,
ya no existe llama alguna
que reviva la tundra austera
de quien ahora solo camina,
de quien ahora solo contempla
al mundo que consumimos
como cera de una vela.

Por eso, ya no nos sirve
mezclar vida con existencia,
sentirnos vivos en la muerte,
vivir muertos es la condena
de quienes pudieron ser reyes
en suaves castillos de arena
que derrumbamos por orgullo
vencidos por la soberbia.
Nacimos para pecar,
ya nos lo dijo el poeta,
pero de todos los errores
fuiste el que valió la pena,
aunque no lo supe ver,
aunque ahora camine a ciegas...

Siempre serás un motivo para caminar a oscuras.


Flautista.

martes, 25 de noviembre de 2014

Fin de la partida

En este mundo de normas
todos parecen comprender el juego
aunque luego pierdan las formas.

A la mierda,
no hay quien lo entienda,
ni nadie que se sorprenda
con un alma descontenta
ante la enorme reprimenda
de sociedades fraudulentas
con mentiras que alimentan
emociones incompletas.

Ya no importa,
nadie vigila,
vivimos en un mundo de almas dormidas,
vivimos en un mundo de almas voladas por minas,
por emociones que no admitimos,
por sentimientos que destruimos,
minados en arterias vacías
por corazones que bombean solos,
y solo por quemar calorías.

Y todo parece normal,
el mundo se ha vuelto loco
y a nadie le suele extrañar
que queramos abrir los cerrojos.
Que paren el mundo, me quiero bajar
si es motivo de sonrojo
para esta sociedad
mostrar cariño antes que enojo.

Ser feliz ahora cuesta
más que la cuesta de Enero.
Ya no existen caballeros,
sólo existen viceversas,
que pueden parar el mundo
por que no pare la cerveza.

Existencia banal, fugacidad eterna
en el devenir de un mundo en el que mueren las ideas.
Pobre Hamlet, si nos viera,
ante el dilema de existir querría ser solo calavera.

Por eso me rindo, doy mi alma por perdida
y en el juego del mundo quiero parar la partida,
pues no tiene sentido querer comprender la vida
cuando villanos son felices sin tristeza en sus días,
cuando hacer daño a los demás sienta de maravilla
pero la felicidad de otro parece una pesadilla
antes de navidad, en invierno o en verano,
para un cuerpo cadáver que ofreció todo en vano
a un mundo de cocodrilos que, sin reloj, no avisaron
de que incluso a los piratas pueden arrancarle la mano
si para cumplir sus intereses han de ser como un tornado.

Ahora no quiero pensar.
Quiero apagar mi cerebro,
maldición neuronal
la de un contenido interno
que no se puede arrancar
ni mandar al cruel averno
que permita olvidar,
ser oveja en este cuento,
ser parte del panal,
disimular en el convento
donde en vez de rezar
intento razonar y siento
que me voy a marchitar
en sinrazones que no entiendo.




Fin de la partida. Apaga y vuelve a pagar para reiniciar el juego, que nada en este mundo se puede conseguir gratis.


Flautista.

martes, 18 de noviembre de 2014

Sombra

Cuando quise darme cuenta, mi vida llegó a ese punto en el que no sabes qué duele más, si los recuerdos o las ausencias.

Como bestias irracionales, solemos echar de menos todo lo que nos autodestruye, lo que ejerce sobre nosotros un poder de adicción más fuerte que la mayor de las drogas y nos inmola en un bucle de primitivismo emocional, de deseos viscerales que nos arrancan las entrañas para ahorcarnos con ellas, para recordarnos que nuestro espíritu inmortal vive encerrado bajo una jaula de limitaciones.

Sin embargo, lo más divertido es descubrir que nuestra sed de felicidad es insaciable, que no importa todo lo que tengamos, pues siempre desearemos algo inalcanzable y, si este deseo se nos pone entre las manos, dejará de ser atractivo ante nuestros ojos y será otro deseo el que despierte nuestros intereses.

Porque los deseos son como las armas: si no pueden destruirnos es porque están rotos.

Pero nunca aprenderemos. Siempre cometeremos los mismos errores, como si fuéramos parte de un repetitivo espectáculo de marionetas en el que nuestros hilos nos enredan en acciones circulares, acciones de almas a las que echamos el cerrojo, de cuerpos a los que intentamos hacer inertes para vivir en un mundo en el que el color y la vida no son aceptados en la tierra de los hombres grises.

Y, casi sin quererlo, descubrí que estoy en lo cierto, que vivimos una mentira llena de antojos, que no hay anteojos en el mundo para poder ver con nitidez nuestro futuro, que sólo podemos actuar en base a un pasado efímero y fugaz, pues no existe nada que muera más rápido que los segundos, pero cada segundo cuenta y no nos damos cuenta de que no podemos huir del pasado, aunque lo sigamos intentando por culpa de nuestro deseo de escondernos de nosotros mismos.

Fue en ese momento cuando quise hacerme una sombra, cuando quise deslizarme invisible y escapar, buscar un mundo sin errores, sin espacio ni tiempo para juicios, un mundo sin valores en el que los cobardes que escapan sean vistos como los valientes que buscan nuevos caminos.

Porque de tanto buscar la misma luz todos nos estamos volviendo ciegos.




Siempre habrá un motivo para querer ser una sombra, para entregarnos a lo desconocido cuando nadie nos mire.



Flautista.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

Desterrado

Cuando despertó todavía era de noche. No supo cuánto tiempo había dormido, pero no le importaba. Por muy desgarrador que resultase, ahora tenía todo el tiempo del mundo, y no existía sueño alguno que fuera capaz de evadirle de una realidad tan cruda.

Como era de esperar, la cama estaba vacía, y el contacto de sus pies con las frías tablas de madera del suelo le recordó que llevaba mucho tiempo sin saber qué era el calor. Aún así, decidió levantarse, pues no servía de nada pararse a echar de menos algo que nunca había tenido.

Con pasos sigilosos fue a la cocina. Tal vez allí encontrase el vino que le había hecho olvidar cómo había llegado a la cama, cómo había logrado dormir en soledad, y cómo lograba aceptar un mundo en el que parecía que nadie se preocupase por sus inquietudes o sentimientos, en el que sentía su libertad coartada como un pájaro enjaulado, en el que la lluvia le asfixiaba y el tiempo y el espacio sólo eran dos bufones que bailaban para recordarle la brutalidad de la vida.

Entonces fue cuando comprendió que ya no estaba en casa.

En la cocina no había vino. De hecho, no había ninguna cocina. Tardó un tiempo en asimilarlo, pero logró comprender que lo que antes era su casa ahora se había convertido en un vacío, pues no existe un hogar sin una felicidad que nazca de dentro, y aquel lugar carente de sensaciones felices le recordó más a las puertas del infierno que a un refugio en la tierra.

Pero él sabía que el infierno no era tan malo. Ya lo había visitado muchas veces, pues la vida le había dado palos como para encender más de mil hogueras, y sabía que no había llama que cien años dure, ni mal que su cuerpo no soporte. Había nacido para luchar, y esta vez la batalla era contra sí mismo, contra ese yo interno que le pedía rendirse, dejar de enfrentarse al mundo que le rodeaba y dormir en un sueño eterno en el que por una vez ganase la partida.

Pero no, él no era así. Sabía que todas las luchas tenían un sentido, y que una vida luchando no era para rendirse ante uno mismo. Había que seguir, enfrentar a un nuevo día y buscar siempre una manera nueva de avanzar, pues el mundo es demasiado pequeño como para no alcanzar lo que nos merecemos.

Fue en ese momento cuando salió el Sol, y anunció con su luz que pronto abandonaría su destierro.


Flautista.

domingo, 2 de noviembre de 2014

Finale primo

Intento olvidar
la historia que de golpe rompimos
sin disimular,
llenando el cielo de enormes vacíos,
y no puedo volar,
escapar de lo que nunca llegó a haber sido
el más triste final,
el último acto, el verso perdido.

Pero no puede ser
que me tires la piedra y me hagas creer
que comencé la guerra
que quiero perder.
Que me trague la tierra,
no quiero saber
por qué me atormentas
haciendo creer
que en mí nace la tragedia.

No pedí dramas, ni llevé flores,
no quise ser cuento de cien trovadores,
sólo buscaba un camino para seguir adelante,
huir de mi castigo, sentirme indomable,
pero ya me he rendido,
no puedo buscar perlas en un cielo
de nubes de días grises, donde mis pies, en el suelo,
dejan cicatrices bajo barro y desconsuelo.

Ya de nada sirve la parafernalia,
cambia el CD, pasa de página,
pues nunca podrás ver el óleo que se derrama
en las tardes de tormenta donde el cielo no nos baña,
donde el café desafina, donde la tele es amarga,
pues no existe momento para mañanas vacías,
para resacas de sueños, para curar las heridas
de un puñado de sueños que convertiste en pesadillas.

Pero yo no te culpo, no se trata de eso,
no hay que amar sin cicatrices, es mejor romper el hueso,
hacer que el alma se astille,
pues si no eres capaz de entregar ahora todo,
es mejor que me olvides, que me marche yo solo
a donde mejor se me cuide,
a donde exijan el oro
de un corazón que sólo pide
latir si por él está latiendo otro.

Por eso me macho con silenciosas despedidas,
con pasillos oscuros, con camas vacías,
para que puedas buscar mañana nuevos tesoros,
pero a mí no me busques, que mi cofre está roto.

«Se baja el telón, y te toca mover ficha».



Flautista.

sábado, 18 de octubre de 2014

Caducados

Nos quitaron el precinto,
nos desnaturalizaron,
no saltamos al vacío,
y vivimos caducados.

Crecimos artificiales,
con futuro grande e incierto
y olvidamos los finales
que asesinan a este cuento.

Finales sin comer perdices,
cuentos de hoy, vegetarianos,
en los que ya no hay matices:
se nos fueron de las manos.

Por eso ahora yo maldigo
a los días de sol dorado,
a los bares y conciertos,
a las visitas al teatro,
pues no hay mayor pantomima
que la historia de un encuentro
en un mundo que no gira,
en el que sin ti me pierdo.

Pero ahora nuestros caminos
vuelan lejos, separados.
Vives sin mí todo aquello
que por ti hube imaginado.
Sin embargo, no te culpo,
sé que yo no soy perfecto,
que si puedo me escabullo,
sé que no camino recto.

Por eso, ahora me despido
deseándote días felices
aunque ya no estés conmigo.
Esta historia se repite.

«Siempre serás un motivo para decir adiós sin hacer ruido.»

Flautista

miércoles, 15 de octubre de 2014

Juegos...

Es por los cambios que vienen de lejos,
es por los miedos que no sé enfrentar,
es por las veces que lloré en silencio,
es por los días que quise gritar.

Fui varias noches buscando respuesta
a mil rincones que no sé encontrar,
soñé mil veces con parar el tiempo,
y ahora, solo, no sé despertar.

Y ahora, al ver que ya da igual
echar de más lo que he echado de menos,
de hierro aparento ser
mas soy de cristal.

Y ahora toca perder en silencio
un juego que no entiendo,
romperé los cristales que siempre
duele atravesar,
robaré aquel reloj construido
con Arenas del Tiempo
para ir a buscarte de nuevo
y saber que no estás.

Y ahora toca perder en silencio
un juego que no entiendo,
me ataré a la idea de que esto
no va a funcionar,
cambiaré mil pasados
por un futuro incierto,
saltaré al más grande vacío
si estás al final.

Y ahora sé que tú nunca serás
muy consciente de esto,
del secreto que todos conmigo
tendrán que enterrar,
de las veces que quise caer
rendido contra tu cuerpo,
de las veces que el miedo a mí mismo
me hizo escapar.

«Siempre serás un motivo para querer jugar otra partida».


Flautista.

jueves, 9 de octubre de 2014

Como no me lees...

Como no me lees he decidido escribirte,
pero hoy no fluyen las palabras
desde un corazón que se acobarda
por no cuidar lo que le diste.

Como no me lees he decidido confesarte
que soy un cúmulo de errores,
que por mí murieron los mejores
momentos que me regalaste.

Como no me lees he decidido decirte
que no sé cómo dar la vuelta,
ya no sé tenerte cerca,
duele creer que puedo herirte.

Como no me lees he decidido admitirte
que siento darte por perdido,
se difuminó el camino
que me permite encontrarte.

Como no me lees he decidido pedirte
que me salves de la sombra,
que me cures la deshonra
de no estar y traicionarte.

«Como no me lees he decidido escribirte, y lo hago para disculparme, para lamentar haberte perdido, para decir que estoy arrepentido, para echarte de menos sin saber acercarme.»

Siempre serás un motivo para escribir sin que me leas.


Flautista.

jueves, 2 de octubre de 2014

La puerta

Al despertar estabais a una puerta de distancia.
Solo había que salir de la cama y cruzar la puerta.

No era tan difícil.

Sin embargo, aprovechando tu indecisión, se coló en la habitación
el Miedo.
Ese Miedo que aparece cuando no te atreves a hacer lo que deseas,
un Miedo imponente,
como un padre que sabe que has suspendido todas,
un Miedo que oprime el pecho,
un Miedo que oscurece las ideas
y te hace creer que
si das ese paso que tanto te asusta
te enfrentarás a consecuencias que no podrás asumir.

Pero tú quisiste ser fuerte,
te habían enseñado a serlo.
Querías demostrar al miedo que no podría imponer sus ideales,
que contigo se había equivocado de persona.
¿O no era eso lo que querías?
No podrías afirmarlo con seguridad, porque en ese momento entró alguien:
la Duda.
Duda siempre aparecía como la peor de las visitas,
inesperada,
inoportuna,
y queriendo ser el centro de atención.
Duda era ese cuñado cargante que quiere demostrar que siempre tiene razón,
aunque normalmente no sabe de qué habla.
Pero Duda se instaló con fuerza,
haciéndote ver que tal vez no fuera buena idea enfrentarse al Miedo,
que más vale malo conocido que bueno por conocer,
que aquel que se la juega siempre se expone a perder.
Además, ¿en serio quieres salir a buscar algo que no puedes ver?

Pero tú no tenías nada claro. Tenías tus dudas.

Fue en ese momento cuando te rendiste.

Casi sin darte cuenta empezaste a pensar,
a considerar que no puedes dominar lo que no comprendes,
a creer que nuestro deber es temer,
temer todo lo que escapa de nuestro entendimiento.

Por eso decidiste abandonar.
La puerta ahora era un muro inquebrantable,
un muro que no te dejó ver que merece la pena atravesar la oscuridad para ver la luz,
un muro que no te dejó ver que todo gira en torno al Sol,
un Sol que parecía abrasador en la habitación en la que estabas.

En ese momento apareció un último visitante:
la Cobardía.

Cobardía salió de debajo de la cama,
limpiando el puñal con el que mató a tu alma,
con el que la asesinó sin ser vista.
Siempre fue muy buena jugando al escondite,
y, una vez más, había ganado la partida.

Y todo por no querer abrir la puerta...




Flautista.

domingo, 31 de agosto de 2014

Sin medida

Tú no lo sabes,
nos separan kilómetros
haciendo llorar a mi cuerpo,
deseando borrar centímetros
entre tu piel y mis dedos.

Tú no lo sabes,
pero cargo kilos de miedos,
miedo de que no vengas,
que de mi cuerpo salga volando
el alma que por ti está muerta.

Tú no lo sabes,
pero me ahogan litros de sueños,
hectáreas que quemo al echarte de menos,
ardiendo como Satán en el infierno.
Cada segundo sin ti, un gran castigo eterno.

Tú no lo sabes,
porque yo no te lo digo,
hace tiempo que no vivo
soñando con ese momento
en el que al fin estés conmigo,
en el que sienta en mí tu beso.

Tú no lo sabes,
pero aún busco las fuerzas
para poder medir qué siento.
Si me rozas me das cuerda
para enfrentar al universo
y soñarte sin darme cuenta.

Tú no lo sabes,
cada día suplico al cielo
que me convierta en un motivo
para robarte algún "te quiero",
para poder bebernos juntos
en el desierto de unos cuerpos
que se soñaron vacíos
aunque nos llevemos dentro.


Tú no lo sabes, pero algún día tendré valor para quererte a la cara.

Siempre serás un motivo para quererte sin medida.


Flautista

martes, 26 de agosto de 2014

Árboles y océanos

A veces, para encontrar el camino por el que debemos seguir es necesario que nos escapemos de todo, incluso de nosotros mismos.

Sin darnos cuenta, la vida nos pone momentos en los que no sabemos dónde estamos, en los que necesitamos correr a ninguna parte, en los que todo lo conocido empieza a parecer diferente, haciendo que nuestros valores cambien y la escala de emociones que rige nuestra cordura nos acabe desmoronando como al mayor de los locos.

A veces, la vida pierde su poesía y no somos capaces de afinar las notas de nuestros pasos. No sabemos hacia dónde ir, ni quién nos debe acompañar, e intentamos olvidarnos de las principales fuentes de recuerdos felices que poseemos, arriesgándonos a secar todo árbol que un día nos dio cobijo, que nos ofreció ese apoyo que permitía columpiarnos para poder mirar desde las alturas ese camino que hoy se rinde ante nosotros.

A veces, damos de lado a quien jamás nos dio la espalda, a quien nos quiso tanto que nunca supimos estar a la altura, que nunca nos sentimos capaces de corresponder un sentimiento que trajo la primavera a nuestro espíritu, e intentamos segar una cosecha de emociones y vínculos más fuerte que la mayor de las mareas.

Sin embargo, es en estos momentos cuando nos damos cuenta de qué ocultamos en el más profundo de nuestros rincones, aquel en el que nuestras almas esconden todo aquello que nos vuelve vulnerables, empeñándose en hacer creer a los demás que dominamos unas emociones que nos tienen cautivos, presos ante deseos que no podemos cumplir, como el ofrecer a esos ojos una felicidad que jamás sabremos engendrar.

Por eso, sólo te pido que te apiades de mi alma, que comprendas que nunca quise herirte, pero que necesité aprender a quererte desde lejos para no quemarme estando cerca sin tenerte, soñando cada noche que mi casa nunca vuelve a estar vacía, que te quedas conmigo para compartir un millón de amaneceres, para regalarte tantos gestos como estrellas nos iluminen por las noches, noches en las que me imagino que nos completamos bajo la fortaleza de mil sábanas.

No obstante, confieso que no muestro tantas cosas como debería, y el silencio de mis labios me acabará condenando a postrarme en un patíbulo de besos nonatos, a morir ahorcado por un corazón que acelera sus latidos sin que te des cuenta, que descarga adrenalina en cada segundo que comparto contigo, pero que por no saber querer correctamente, fingirá que sólo vivimos en la más bella de las amistades, aunque mi alma desee crear contigo lazos tan fuertes que sean dignos de aparecer en los libros de historia.

Pero yo sólo quiero que seas feliz, que disfrutes de una vida llena de todo lo que jamás podré regalarte. Que te eleves grande y fuerte, surcando un cielo que solo disfruto cuando tú lo iluminas, eclipsando al sol que quiero entregarte cada vez que me regalas cualquiera de tus miradas.

Sé feliz y no mires atrás. Piensa que yo estaré dispuesto a todo cada vez que quieras obsequiarme con tu tiempo, que ya te echo de menos a pesar de no habernos dicho adiós, pues mi alma te esconde en dimensiones tan ocultas que no estoy seguro de que hayas podido llegar a conocerlas.

Te querré siempre. Te querré mucho y de la mejor manera posible.
Te querré hasta que mi corazón albergue tanto amor por ti que llegue a autodestruirme.
Te querré y merecerá la pena, pues siempre fuiste ese motor capaz de generar olas en el océano más oscuro de mi cuerpo.

Gracias por hacerme sentir vivo, aunque nunca haya tenido el valor de decírtelo.

Flautista.

jueves, 26 de junio de 2014

Flechas

Cuando quiso ir a la guerra, todo el mundo intentó frenar al soldado.

                        >>>----------[No vales para esto]---------------------| >

Aún así, el soldado se alistó en el ejército, pero allí empeoró la cosa.
Mientras el resto de soldados se fortalecían, él siempre era visto como el mal ejemplo, como el que no podría ofrecer lo mismo que sus compañeros.

                        >>>----------[No vales para esto]---------------------| >

Pero el soldado no se rindió. En su lugar, al ver que tenía más debilidades que sus compañeros, decidió entrenar con armadura. Se movería más despacio, destacaría menos que el resto, pero pensó que así podría resistir mejor los impactos las flechas.

Gracias a su armadura, el soldado comenzó a sentirse más cómodo al entrenar. Poco a poco ganó confianza en sí mismo, y llegó el día de la gran batalla.

Todo su reino estaba en juego. Sabía que esa batalla podría cambiar su vida, que debía poner toda la carne en el asador. Y el soldado no tuvo miedo, pues había hecho una lucha titánica contra sí mismo para poder estar a la altura.


Sin embargo, el soldado ese día olvidó la armadura en casa y, cuando menos lo esperaba, volvieron a llegar las flechas.

                        >>>----------[No vales para esto]---------------------| >

                        >>>----------[No vales para esto]---------------------| >

                        >>>----------[No vales para esto]---------------------| >


Cuando quiso darse cuenta, las flechas ya estaban clavadas en su costado. Eran las flechas de siempre,   familiares a su manera, pero esta vez fueron lanzadas desde otra dirección y el soldado no supo reaccionar. No notó cómo llegaban, no las esperó, pero poco a poco le desangraban hasta desplomarle en el suelo. 


Fue ahí, en el punto más crítico de su historia, cuando el soldado comenzó a plantearse si realmente hizo bien en ir a la guerra, si era suficiente con su determinación al entrenar o si el éxito llegaba condicionado por muchos otros factores. 


Y, según la leyenda, todavía sigue ahí el soldado, intentando descubrir si él es más fuerte que las flechas. 







Flautista.




domingo, 1 de junio de 2014

Hielo

Hubo un tiempo en el que hubiera luchado por ti.

Nada me hubiera parado, no encontrarías elementos capaces de detenerme si fueras la meta de mis pasos, si fueras el motivo para rozar el cielo, para tocar el Sol y no quemarme, para jugarme todo a una carta sabiendo que ganaría el juego porque estuvieras conmigo.

Pero los tiempos cambian, igual que nosotros. No somos estacionarios, cambiamos, nos elevamos y caemos para volver a renacer de las cenizas, para dejar atrás el sufrimiento y resurgir en una vida que nos haga felices.




Una vida en la que ya no tienes hueco.




No te culpes, fui yo quien se rindió. La llama se enfrió, y yo me cansé de luchar, de dormirme en imposibles y despertarme en desengaños. Me cansé del conformismo, de resignarme a tus transformaciones, de ceder la cuerda antes de intentar tirar de ella, antes de saber que la cuerda existía para ahorcar mis ilusiones.

Por eso ahora vuelo solo, porque busco ser autosuficiente. Busco que deje de nevar y valerme por mí mismo sin sentir que eres tú quien me completas. Busco no encontrarte cerca, recordándome que durante mucho tiempo viví una vida a medias, pensando que sólo estaría vivo si la compartía contigo.

Aún así, quiero que sepas que no te guardo rencor. No lograste destruirme, me hiciste más fuerte, me ayudaste a crecer y curaste mis alas. Supongo que es ley de vida que ahora quiera volar lejos, aunque lamento que mi alma no quiera volar contigo.

Créeme, no quería que esto acabase así. Quise que fueramos felices, que nuestra historia fuera de cuento, pero siempre fui más villano que príncipe. Siempre logré congelar mis emociones, y ahora cerré las puertas de mi oscuro y frío corazón sabiendo que estás fuera, sabiendo que no podrás volver si no te trae la primavera.

Aún así te doy las gracias por todo. Nuestra identidad se compone de nosotros y nuestras circunstancias, y tú fuiste causa y circunstancia de grandes momentos de mi vida.

Siempre serás un motivo para enterrarnos bajo el hielo de los recuerdos.

Flautista.

martes, 20 de mayo de 2014

Ítaca

He dejado de reconocerte donde siempre pude haberte encontrado.

Ahora todo es diferente, teñimos los «para siempre» con un futuro distanciado, con una vida ausente en la que a Neruda no le gustaría vernos callados.

Y se nos cayó la p
                             o
                               e
                                 s
                                   í
                                    a...

Como hojas del otoño secamos los recuerdos que no llegaron a mañana,  que se perdieron en un tren sin estación que no nos llevó a ninguna parte, que nos autodestruyó en el principio del fin, en un frío que congeló lo que ya no supe compartir contigo.

Y descarrilamos.

Así llegamos a nuestra colisión emocional, a la muerte en vida, a los abrazos vacíos y los saludos que evitamos escondiéndonos en los múltiples pasillos de la rutina. Ya era mejor que no sonase el teléfono, que no se fusionasen nuestros pasos, que se evaporasen los veranos y nos perdamos como el viento, invisibles y despeinando a quien nos encontremos a nuestro paso.

Y todo porque un día cambiaron nuestras pieles, porque decidimos navegar en rumbos diferentes, porque quisimos explorar un poco y nos arrastraron corrientes descontroladas hacia torbellinos de cambios desmesurados. 

Desde entonces, sé que no te puedo culpar, que nuestro mundo crece, florece y marchita, pero tenemos que avanzar. Por eso no rindo batalla, porque no hay guerra entre nosotros. Sólo estamos de misión humanitaria con destinos diferentes.

Por último, sólo pido al cielo que un día recuperes el rumbo y, mientras vives tu propia odisea recuerdes cuál era el camino a Ítaca, pues aquí siempre esperaremos tu regreso.

No olvides que siempre podrás volver, pero sólo tu verdadera esencia te servirá como llave.


Siempre serás un motivo para dejar la puerta abierta.

Flautista

jueves, 15 de mayo de 2014

Carta de vuelo

Desde que acepté que te marchases podía oír cómo crecían las raíces de mi soledad, como comían tierra hasta incrustarse impasibles en el fondo de mi pensamiento, dando cuerda a mis pensamientos más confusos, haciendo que fuera imposible deshacerse de ellas y que fuera creciendo esa sensación de vacío que me destruía bajo el agua y la luz del sol.

Sin embargo, decidí levar anclas y seguir adelante. Estaba cansado de ser la sombra de tus pasos, quien te seguía de día y no te encontraba de noche. Ya no quería depender de tu luz y, con la aguja del orgullo, decidí descoser los lazos que nos ataban. Al principio pensé que me dejaría cicatriz, pero finalmente se me saltaron los puntos, pues nunca me gustó ningún símbolo que me hiciera creer en los finales. 

Por eso, ahora estoy volando lejos, caminando por callejones que nunca recorrimos, escuchando los conciertos que tú y yo jamás tocamos y comprobando con otros latidos que mi corazón se sigue moviendo aunque ya no seas la sangre que con ilusión bombea. 

Y no pienses que te extraño durante este viaje. Cada paso que hay me enriquece, me demuestra que sigo siendo un diamante aunque tú me bañases en el barro, aunque me hicieras creer que mis alas estaban rotas para poder mantenerme atado a tus cadenas.

Comencé a echarte de más cuando me cansó echarte de menos y ahora vivo en un mundo que me recuerda que tengo que ser fuerte, que puedo ofrecer más de lo que nunca aceptaste que regalase, y que tiene gran valor todo lo que una vez me pediste que escondiera.

Sin embargo, no te guardo rencor. Sé que nunca llegaste a saber lo que pasaba, que jamás imaginarás que fuiste el centro de mi mundo, de un mundo que te destierra a un vuelo ingrávido, taciturno, reflexivo; un vuelo en el que, mientras caes en picado sin motor, tal vez recuerdes que hubo un día en el que quise ser tu tren de aterrizaje para ayudarte a poner los pies en el suelo.

Por eso, ahora te deseo lo mejor. Fuiste una gran experiencia, una fuente de mi crecimiento, pero se ha acabado el eclipse que me mantenía cegado, y ahora, con un corazón lastimado, no sé si te podré seguir queriendo. No prometo nada pero, si algún día te quiero de nuevo, lo haré bien y lejos, pues no quiero que vuelvas a ocupar mi alma sin dar los buenos días ni pagarme el alquiler de sentimientos correspondidos.

Ahora me voy, pero volaré para que no haya huellas, para que no puedas seguir mis pasos.

Siempre serás un motivo para escapar de nuevo.

Flautista.


martes, 29 de abril de 2014

Paradoja

Rompe mis esquemas,
traza una recta entre tu cuerpo y el mío,
levantemos las aceras
y encontremos tesoros ocultos
en los rincones del colchón que compartimos.

Escóndeme en las nubes,
hazme volar sin más alfombra que las sábanas,
haz que olvide mi pasado
y convierte mi presente
en ganas de verte mañana.

Ponme contra las cuerdas,
dispárame con el arco que nunca sostuvimos,
haz que me tiemble el alma
y saca armónicos a mi cuerpo
que me recuerden por qué quiero seguir vivo.

Salta al vacío,
sonríe y deja que te recoja,
que te espere hasta que muera el tiempo,
que te haga olvidar el sufrimiento
y compartamos en la vida nuestra incierta paradoja.

Péscame en el cielo,
muerde mis palabras,
agárrate a mi cuello
y hazme aterrizar
con mis manos en tu espalda.

Grita mi nombre al mundo,
el tuyo ha anidado en mi mente
y me da miedo emprender el vuelo,
no quiero volar si no te tengo.
Si no estás aquí sólo me espera la muerte.


Siempre serás un motivo para salir a buscarte cada mañana.


Flautista.

martes, 15 de abril de 2014

Luna de sangre

Una noche más se despertó bañado en sudor, con un escalofrío recorriendo su cuerpo.

Y no, esa vez tampoco estabas.

Ya se estaba acostumbrando a vivir muerto, a morir soñándote, a soñarte despierto y enfrentar a un mundo que le recordaba que no vendrías, que tendría que joderse, quererte sin quererlo y hacer que no te dieras cuenta para no contagiarte en la trágica epidemia que provoca un amor no correspondido.

Ya se había acostumbrado a reír de puertas hacia fuera, a llorarte por dentro, a esconderse bajo alegrías fingidas y guardar su corazón en el cofre de emociones que nunca mostraría. Tú no te merecías su dolor, pero él no estaba preparado para indigestarse con todo lo que nunca se atrevió a mostrarte.

Ya se había acostumbrado al rechazo, a remar solo, a entretenerse pensándote sin que lo sepas, a llorarte en Noviembre y añorarte en Mayo, a fingir que no interesas mientras te convertías en el centro del universo sobre el que cada día giraba su mundo sin reconocerlo.

Pero no servía de nada...

Sabía que era inútil quererte de lejos, y que tú no le abrirías la puerta.
Sabía que moriría marchito imaginando la primavera en tus besos.
Sabía que nunca leerías sus versos, ni que lograrías encontrarte en sus letras.

Por eso se rindió, pero el timbre sonó y le visitaron los celos.

Sintió celos del Sol, pues por tu luz quiso brillar mejor cada mañana.
Sintió celos del agua, porque cada día pudo recorrer tu cuerpo.
Sintió celos del viento, que siempre te acariciaba cuando lo necesitabas.
Sintió celos de la tierra, porque podía ser tu apoyo y tu sustento.

Pero en tu mundo no encajaba. Había nacido en el mundo equivocado, en el que los cuentos se convierten en tragedias griegas y no sirve ser príncipe azul porque no están claros los colores importantes. Había nacido en un mundo de camas vacías, de sábanas de espinas y noches de sufrimiento. Había nacido en un mundo en el que no te encontraba, un mundo en el que tu ausencia le condenó a la eterna noche del invierno.

Ya nada se podía hacer...

Acabarías bebiendo de otros cuerpos y le darías pan cuando muere de sed sin conocer su sufrimiento. El mal no quisiste en él, pero no es feliz un bufón que quiere conquistar tu reino, regalarte su alma, su cuerpo y poner el verano a tus pies, pues no necesita más calor que el tuyo para poder mantenerse contento.

El dolor era más grande que él. Si Dios existía le había abandonado, y quiso arrancarse la piel para llegar a su corazón traicionado, castigado, latiendo por miedo otra vez, sintiéndose sin ti descuidado y suplicando un infierno en el que arder, pues la vida le había demostrado que quererte puede doler, quemarle de frío y congelarle abrasado.

Pero el Diablo se apiadó del joven, supo que era innecesario tanto sufrimiento y decidió negociarlo con él.

- Puedo hacer que sufra el mal que te ha causado. Dame tu alma y paz te entregaré, pues nadie amará a quien nunca te ha amado.
- Lo siento, no lo puedo hacer. Su desdicha no hará que no sea desdichado. - El joven lloraba, y sonreía a la vez. - El amor es cuestión de decisiones, yo no amé estando obligado, y jamás a nadie obligaré a romperse el corazón porque el mío amase estropeado.

Tras esto, el joven metió su mano en su pecho y sacó su corazón, que seguía latiendo. Era un corazón frágil, quebradizo y lleno de cicatrices, pero que amaba de un modo sincero aunque le faltase valentía para reconocerlo.

El Diablo, riendo para disimular la frustración de su negocio fracasado, miró al joven y pronunció una última frase: «Nunca te querrá.» y desapareció como había llegado.

El joven no dejó de llorar. No quería vivir en este mundo si no estabas a su lado, y estrujó su corazón sin dudar, destruyéndolo entre sus dedos.

Esa noche, los Dioses descubrieron que el amor es injusto, que amar duele, pero es necesario. Por eso, quisieron advertir al resto de la humanidad de los peligros de un corazón descontrolado y con la sangre del joven pintaron a la Luna que esa noche surcó el cielo, para recordarnos que amar duele, para recordarte que te sigue queriendo.




El ser humano es un animal de costumbres, pero es duro acostumbrarse a un mundo que no se comparte contigo.




Flautista.

lunes, 14 de abril de 2014

Vacío...

Ya no sé cómo acercarme,
me cuesta mucho ser sincero.
Sé que no puedo alejarme.
Tú no sabes que te quiero.

Ya no salen las palabras,
de nada sirve admitir
que diste color al cielo
que cubre a este hombre gris.

Ya no me sirve soñarte, 
tampoco me sé comportar. 
Te vuelves de hielo al tocarme
y el mundo deja de girar.

No te culpo, no me engañas,
yo siempre quise ser más
que el amigo que acompaña
sin pasar de la amistad.

Siempre quise demostrarte
que mi vida contigo es más
y, vacío cual marioneta, 
busco tu aire al respirar.

Solo estoy entre la gente, 
nada tengo que entregar.
Sin ti, la vida es muerte,
sin ti, quiero reiniciar.

Debo enfrentar al destino,
rendirme a la soledad,
a que tus labios no son míos. 
Sé que nunca lo serán.

No seré con quien despiertes,
ni con quien te dormirás.
Yo nunca tendré esa suerte. 
Sólo te podré soñar.

Pero sé que nada de esto
tú jamás descubrirás. 
Seré el amigo que sonríe
con un secreto que ocultar.

«Siempre serás un motivo para mantener la boca cerrada y las manos abiertas, para escribirte versos que no me atrevo a leer, para esperar, imaginar vidas en las que nos encontremos y morir en sueños que nos permiten despertar juntos. 

Siempre serás un motivo para creer en mundos mejores, mundos en los que logre alcanzarte, en los que tus ojos muestren la chispa que encendiste tiempo atrás en los míos, en los que ilumines mi vida y siempre quiera seguirte buscando, pues prefiero vivir un segundo contigo a una eternidad en la oscuridad de tu ausencia. 

Siempre serás un motivo para seguirte esperando, y, lo más importante, siempre serás un motivo para desear que descubras todo lo que no me atrevo a contarte...»


Flautista.

viernes, 28 de marzo de 2014

Retrogradación

Comenzaré por el final,
romperé lo que nunca tuvimos
y rebobinaré nuestra historia visceral
para llorar feliz por haberte conocido.

Comenzaré por el final,
encenderé la llama que otros apagaron,
de las cenizas de rutina buscaré algo especial
e intentaré darte motivos para seguir soñando.

Comenzaré por el final,
llegaré a la cumbre de nuestra historia,
al beso del lunes, al concierto irreal,
al acorde perfecto si tus manos me tocan.

Comenzaré por el final
y buscaré esa pasión que nos mantenga con vida,
darte un beso con miedo, sonreír en el portal,
nadar en el mar de tu cuerpo
sin usar salvavidas.

Comenzaré por el final,
para acabar sintiendo la timidez adolescente,
el miedo al rechazo, a volverte a soñar,
a perder la cabeza si no estás entre la gente.

Comenzaré por el final,
lo que siento rompe el orden
y de mi caos eres protagonista;
pero cada vez que te mire 
nada importará,
de nuevo me harás creer
en el amor a primera vista.

Siempre serás un motivo para desordenar nuestra historia.

Flautista

Latidos

Tal vez comprendas que sí, 
que por ti lato cada martes, 
que se convierten en puñales
los besos que no recibí. 

Tal vez comprendas que sí, 
que tu felicidad ando buscando, 
y eso a mí me va matando 
si no la buscas en mí. 

Y cuando entiendas que por ti
lloro cada mañana, 
cuando entiendas que
te busco en mi salón,
cuando entiendas que mi vida
nace y muere en tu alma
yo...
Yo ya no podré latir.

Tal vez comprendas que sí, 
cuando viajes a otros labios.
Los míos ya murieron cortados
y nunca estuviste allí.

Tal vez comprendas que sí,
que quise perderme en tus manos, 
viajar contigo a otros planos
y, en horizontal, vivir.

Tal vez logres comprenderlo...

Y cuando entiendas que por ti
bajé cien mil estrellas
y detuve las mareas del dolor,
cuando entiendas que pinté
mi vida en acuarelas
yo...
Yo ya no podré latir...

Siempre serás un motivo para sacrificar latidos.


Flautista

sábado, 15 de marzo de 2014

Y ahora...

Quise ser oasis cuando tuviste sed,
no supe aceptar que me deshidrataba.
Quise ser linterna cuando no lograste ver,
si te atacaba el miedo quise ser tu espada.

Yo quise hacer esto porque
para mí tu siempre eras mi mundo,
pero te has marchado y no hay relojes
que nos marquen tiempo juntos.

Si fuiste barco quise ser mar.
Quise ser fuerte, guiarte con paciencia
y con estos versos intento asimilar
que tú ya te has ido, bajó la marea.

No puedo culparte, has escogido y
a mí ya me lo advirtieron.
"Si vence tu orgullo puede que
no estés aquí de nuevo".

Y ahora he logrado ver
que siempre hiciste falta,
fuiste luz en los días
y en las noches fuiste calma.
Me quiero disculpar,
pues yo no recordaba
lo especial que me hiciste
cuando tocaste mi alma.
Yo siempre intentaré
que sea cuestión de tiempo,
volver a viejos tiempos
siempre será mi gran sueño...

Has escogido, y escogiste bien,
te libraste de quien te incomodaba,
pero hoy me toca a mí devolver
lo bueno que hiciste cuando te di la espalda.

No puedo marcharme,
todo me recuerda lo que ya no tengo.
Desearía quedarme
pero mi error se grabó con fuego.

Y ahora he logrado ver
que siempre hiciste falta,
fuiste luz en los días
y en las noches fuiste calma.
Me quiero disculpar,
pues yo no recordaba
lo especial que me hiciste
cuando tocaste mi alma.
Yo siempre intentaré
que sea cuestión de tiempo,
volver a viejos tiempos
siempre será mi gran sueño...

Si tú te hieres sangro yo,
mi gran virtud siempre eres tú,
y ahora, en la pérdida,
mi alma se arrepiente,
cuando miro alrededor,
cuando veo que no estás tú
y que estoy solo en medio
de un montón de gente.

Y ahora he logrado ver
que siempre hiciste falta,
fuiste luz en los días
y en las noches fuiste calma...




Siempre serás un motivo para querer corregir mis errores...

Flautista.


domingo, 2 de marzo de 2014

Carta de Domingo

Como cada Domingo por la noche, cogió su ordenador dispuesto a escribirte todo lo que nunca llegó a contarte. Tampoco tenía muy claro qué es lo que te quería decir, pero, aún así, cogió aire profundamente y dejó que sus manos volasen sobre el teclado, un teclado testigo de cientos de secretos, de pensamientos que nunca llegaron a ser reconocidos, porque cuando admites lo que tienes en la cabeza se convierte en algo un poco más real, y estaba cansado de hacer que en su cuerpo florezcan amores imposibles.

Sin embargo, sabía que tampoco podría huir eternamente de lo que sentía. Vivía enganchado a ti, como la mayor de sus drogas, como si fueras el ancla que le impidiese seguir avanzando. Pero tal vez no quisiera ir a ninguna parte, tal vez sólo quisiera estar contigo, pero no tuviera el valor a decírtelo.

Valor, qué curiosa palabra. El valor puede entenderse como la importancia que le atribuimos a los elementos así como la valentía que nos hace luchar por ellos. No obstante, él no sabía luchar por lo que realmente valía la pena. Siempre le faltó valor, nunca valió mucho y jamás supo qué hacer para ser valiente contigo, para buscarte en el desayuno de los lunes y no abandonarte hasta el octavo día de la semana.

Pero puedo prometerte que intentó todo lo que pudo por conseguirte. Siempre quiso regalarte su tiempo, una de las pocas cosas que podía ofrecerte. Nunca quiso hacerte daño, aunque él sufrió cada momento no compartido contigo, cada palabra que nunca te dijo, cada beso que depositaste en otros labios mientras a él le desgarraba saber que le veías como "un gran amigo", pues la amistad que más duele es la que no es correspondida, y lo que sintió por ti siempre fue inversamente proporcional a la amistad que le habías cedido: por cada mirada, por ti produjo cien suspiros, por cada mensaje, mil deseos de tenerte cerca, y por cada café compartido, un millón de sueños en los que te llevaba el desayuno a la cama.

Por eso buscó cualquier forma de aferrarse a ti. Cada día estaba más convencido de que no sería capaz de conseguir el oro, de convertirse en el motivo por el que despiertes cada mañana. Sin embargo, la medalla de latón se convertía en su mayor tesoro si tú se la entregabas, si le recordaba que, de algún modo, sabías que existía y, en la playa de los sentimientos correspondidos, al menos le entregabas un grano de arena en forma de amistad, de palabra amable que le animase a seguir sonriendo.

Aún así, me gustaría decirte algo. Los sentimientos son tan cambiantes como el propio ser humano. Un día conoces a alguien en un pasillo y poco tiempo después se convierte en alguien especial. Se empieza compartiendo un boli y se acaba compartiendo el resto de la vida. Nunca sabremos realmente lo que deparan nuestras emociones, y tampoco debemos cerrarnos a ellas. Por tanto, si alguna vez se convierte en alguien especial para ti, házselo saber, demuestra que se pueden crear líneas rectas entre dos corazones, y conecta su alma al puzzle de vuestra existencia. Así, él no volverá a escribirte cada Domingo imaginando que algún día no tendrá nada que ocultarte.


Siempre serás un motivo para creer en imposibles.


Flautista.

domingo, 23 de febrero de 2014

No puedo...

Anidaste en mi cabeza,
impidiendo que pudiera alzar el vuelo.
No aceptaste una cerveza.
Dijiste que estabas de paso,
pero vienes con maletas
y yo te sigo pensando
aunque tú no te des cuenta.

Al llegar se fue el invierno
y en mi pecho floreció la primavera.
Tus manos eran sol y fuego,
sal y playa, agua y arena
y en el piano de los sueños
tocaste una sonata eterna.

«Que el concierto no termine...»
suspiré mientras soñaba con tu ombligo,
con ese beso de cine
que, aunque yo no te lo pido,
en mi mente hoy es sublime,
será cosa del destino...

Y no lo puedo negar,
desde que pude conocerte
mi mundo dejó de girar.
Se queda embobado al verte,
aunque no puedas notar
que en tu espalda quiero perderme.

Y no lo puedo negar,
no hay mejor acorde que un arpegio entre tus manos.
Tu cuerpo quiere cantar,
y mi colchón, desafinado,
quiere poder escuchar
versos que no he recitado.

No hay domingo que no vengas,
que no aparezcas en mi mente recordando
a ese sueño que no llega,
a la muerte de no estar contigo,
que no hay vida si te alejas.

Mis lágrimas ya se suicidan.
Si no vienes a acurrucarlas entre tus dedos,
déjalas, que ellas decidan.
No las culpo de su miedo,
su amor nunca correspondías.

Y no lo puedo negar,
miento bajo el alud de una amistad desmoronada.
Siempre fuiste mucho más,
protagonista de mi historia,
acorde y color central,
lienzo y pauta de mis notas.

Y no lo puedo negar,
no hay amistad entre los dos si un corazón late más fuerte,
y el mío quiere estallar,
hasta en el menor de sus pedazos
tu siempre estarás presente.

Anidaste en mi cabeza,
impidiendo que pudiera alzar el vuelo.
Fuiste mi mayor flaqueza,
talón de Aquiles y el secreto
para levantar la cabeza
y buscarte hoy en silencio...



Siempre fuiste un motivo para tener la cabeza ocupada.

Flautista.

martes, 11 de febrero de 2014

14.

Se clavaron en su cabeza
mil palabras cuando hablaste de otro sueño, 
cuando no estaba en tu historia. 
Para él no había más cuentos, 
no besaste su memoria.

Cayó de bruces contra el suelo 
y no supo levantar de la derrota. 
Tiró su amor como señuelo
y el sedal trajo su alma rota.

Y no te pudo culpar,
hablaste de algo pasajero,
de amor etéreo, de un sueño fugaz.
Condenado ocultó su gran tormento.

Suicidando su inocencia,
descubrió que sin los dados perdió el juego,
pues en tu mente no reina,
y la amistad que te ha ofrecido
su amor ya por siempre entierra.

Se ha cansado de fingir,
decidió esperarte para siempre,
pero mucho ha de sufrir,
son balas tus besos a otra gente.

Se ha cansado de fingir,
diciembre se fue y le llenó de sueños, 
quiso ser el aire para ti,
tú fuiste el mayor de los venenos.

Por eso ahora se está escondiendo,
porque duele ver que no le miras,
y le agota el sufrimiento,
fingir que llena una vida vacía.

No le culpes si te evita
herido de amor no correspondido,
intenta escapar, salvar la vida,
pues por ti todo lo ha perdido.

Y el catorce de Febrero
Cupido vuelve a ser idiota,
sus flechas harán mil astillas
a un corazón que por ti explota.


«Siempre serás un motivo para huir de San Valentín».


Flautista.

martes, 4 de febrero de 2014

Despertar...

Cuando despertó, descubrió que sus ojos estaban secos y cansados de llorar. La constante lucha de su cuerpo por curar sus heridas le hizo acabar construyendo una armadura de cicatrices, una marca que le recordase lo que se siente cuando el corazón te explota en el pecho, cuando cometes el error de amar a alguien hasta que tu vida te destruye con los puñales del amor no correspondido.

Su cuerpo ya no sentía frío, o eso creía. Había olvidado lo que es el calor, perdiéndose en un mundo gris que le impidió recordar el color de un abrazo o el sabor de esos besos que, por no llegar a darlos, caducaron dentro de la despensa de su alma, marchitando el jardín de lo que siempre quiso regalar a los demás, y convirtiendo su cuerpo en el más árido de los desiertos, donde el oasis de tus dedos nunca vendría para refrescar su espalda. 

Intentó comprender a qué se debía la traición de su mente, la creación de recuerdos contigo en los que el menor de los paseos se convertía en una experiencia de final no deseable, como una obra de teatro sin escena del beso en la que el café de tus labios nunca quiso venir para interpretar un papel de nuestra historia. 

Su vida era la peor de las mentiras, una pantomima en la que fue víctima y verdugo de sueños, pues su amor siempre fue un lobo con piel de cordero, que despellejó el alma de los que se ilusionan, de los soñadores que creyeron cambiar el futuro y de los que lloraron al ver que un presente es un regalo que nunca ha pasado.

Y así descubrió el engaño, el truco de querer en un amor hipotecado, pues no existe mayor sufrimiento que el de un amor que enjaula al enamorado, arrancándole de raíz del suelo por haber crecido sin sustrato, pues siempre dolió querer a quienes nunca nos han amado. 

Por eso decidió rendirse, porque respirarte duele, porque asfixia cada centímetro que os separa y estalla la tormenta imaginando el roce de vuestros cuerpos. Pero ese roce nunca llega, y la primavera llora en silencio mientras intento llenarte de flores cada martes.

Sin embargo, no quiso despedirse, ni despedirte de sus ilusiones. Siempre pensó que la vida es para los que se esfuerzan, para los que luchan por conseguir lo que se merecen, y compartir su vida contigo siempre fue un motivo para seguir luchando. Desde entonces, está junto a ti en silencio, dormido, enterrado en una amistad fingida, esperando señales por las que su corazón quiera seguir latiendo...

Siempre fuiste un motivo para dormir y soñarte de nuevo.


Flautista.

lunes, 27 de enero de 2014

Miserere

Sé que nunca te lo han dicho, pero siempre fuiste el Sol que logró iluminar el cielo de muchos. 

Sin embargo, mi vida contigo fue un eclipse. Siempre fui el que te mira en silencio, el que espera, el que sueña con imposibles y despierta en realidades vacías. Siempre fui el inservible, el guardado en el cajón de trastos y recuperado cuando no quedan más opciones, el que reunió fuerzas para latir una vez más con la esperanza de volver a ser rescatado, de salir de la sombra y complacer tus deseos, pues siempre me esforcé por impresionarte, siempre luché por hacer que me valores y perdí la batalla antes de poder asestar el primer estoque. 

Pero la guerra está perdida. Mi cuerpo ya está en la tumba, mi lengua yace dormida, y mi alma, reclusa en una cárcel sin vida, se lame las heridas de una vida vacía, de una existencia condenada al olvido por no haber compartido un momento contigo que en cien eternidades mi recuerdo mantenga.

Pero no sufras, no te culpo de mi condena. Fui yo el que no supo valorar lo que la vida me regalaba y, en un mundo lleno de tesoros, decidí estrellarme con la mayor de las piedras. Por eso, ahora asumo mi castigo, pues fue mi error creerme un mendigo, darte un castillo en las nubes y dejar de tener los pies en la tierra.

Sin embargo, no quiero ningún miserere, ni réquiem que lloren mi muerte. Sólo quiero que recapacites, que valores lo que tienes y que no olvides que estamos de paso, que todos podemos olvidar y ser olvidados, y que nada duele más que encontrar en corazón propio el daño que un día causamos en corazón ajeno. 

Por lo demás, espero que nunca me olvides, pues siempre serás el motivo por el que ahora estoy muerto. 


Flautista.

miércoles, 15 de enero de 2014

Sin sombra...

Silencioso, sin sombra, puso a caminar sus pasos, buscando un rumbo que le ayudara a encontrarse, aunque tal vez sólo quisiera perderse, escaparse y huir del enemigo que vivía en sí mismo.

Ese fue el motivo que le hizo salir a esconderse en el invierno y, bajo una lluvia de indiferencia callejera se dejó llevar por sus sentidos, los únicos que pensaba que no le traicionarían.

Pero de todos sus sentidos le traicionó el más inesperado: el sentido común.

Hombre de poca fe, que siempre había creído en sí mismo, se vio sobrevolado por el cuervo de la desconfianza, cegado en las neblinas de la duda y acorralado en la soledad del que vive cautivo en una mansión con fachada de hombre bueno.

No supo qué hacer. Su vida se escurría entre sus dedos en un desafío a tempo en el que, a pesar de estar perdido, la juguetona Muerte le cedió una vida de ventaja. Una vida para corregir errores, para pasar a la historia que él, inconscientemente, había convertido en la página transpapelada que nadie encontraría, en un cadáver enterrado bajo un corazón que late frío y desnudo de emociones.

Ya nada tenía sentido. Era un autómata de sangre y lágrimas que se ahogaba en el mar de la angustia, el mar de los que no saben amar, en la tierra de los muertos en vida por no saber ser amados. Pero de nada servía llorar, debía entender su sufrimiento: el poeta era una sombra sin más, y su vida sólo un juego de quien no le supo guiar ni dar luz a ese tormento que le hizo divagar como el más errante de los muertos. 

La rendición era necesaria. Vivir sin amor es vivir muerto, caminar sin luz ni oscuridad, purgar un alma sin un cuerpo. Por eso se quiso entregar al dulce sueño del invierno para dormir y, nunca más, despertar en nieve y hielo.


Y, cuando nadie miró, de la sombra nació un ángel...

domingo, 12 de enero de 2014

Miente...

Miente,
esconde lo que sientes
si es distinto a lo que aceptará la gente.

Miente,
la vida no es un cuento,
evita el sufrimiento
que se siente.

Miente,
ves que no es para ti, 
que en tu dolor vas a morir 
y estará ausente.

Miente,
debes aparentar
que no duele tanto amar
y ser más fuerte.

Miente,
engaña a tu interior, 
haz que domine la razón 
a lo que sientes.

Miente, 
logra aceptar
que en tu futuro no va a estar
y sé más fuerte.

Miente,
di que todo se olvidó,
que no sientes más ese dolor,
que eres valiente.

«Miente, actúa, aparenta todo lo que esperan de ti y te darás cuenta de que no eres tú, sino un esclavo de las emociones que no te atreviste a mostrar a los demás. O tal vez sea mejor no mentir...»

Siempre serás un motivo para mentirme a mí mismo.

Flautista.

Ícaro

Cuanto más cerca del Sol logro volar, mayor es el impacto de mi caída. Puede que sea mi osadía la que tenga que lamentar mientras me ha...