Nos quitaron el precinto,
nos desnaturalizaron,
no saltamos al vacío,
y vivimos caducados.
Crecimos artificiales,
con futuro grande e incierto
y olvidamos los finales
que asesinan a este cuento.
Finales sin comer perdices,
cuentos de hoy, vegetarianos,
en los que ya no hay matices:
se nos fueron de las manos.
Por eso ahora yo maldigo
a los días de sol dorado,
a los bares y conciertos,
a las visitas al teatro,
pues no hay mayor pantomima
que la historia de un encuentro
en un mundo que no gira,
en el que sin ti me pierdo.
Pero ahora nuestros caminos
vuelan lejos, separados.
Vives sin mí todo aquello
que por ti hube imaginado.
Sin embargo, no te culpo,
sé que yo no soy perfecto,
que si puedo me escabullo,
sé que no camino recto.
Por eso, ahora me despido
deseándote días felices
aunque ya no estés conmigo.
Esta historia se repite.
«Siempre serás un motivo para decir adiós sin hacer ruido.»
Flautista
sábado, 18 de octubre de 2014
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Ícaro
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Sigue escribiendo así POR FAVOR
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