viernes, 28 de marzo de 2014

Retrogradación

Comenzaré por el final,
romperé lo que nunca tuvimos
y rebobinaré nuestra historia visceral
para llorar feliz por haberte conocido.

Comenzaré por el final,
encenderé la llama que otros apagaron,
de las cenizas de rutina buscaré algo especial
e intentaré darte motivos para seguir soñando.

Comenzaré por el final,
llegaré a la cumbre de nuestra historia,
al beso del lunes, al concierto irreal,
al acorde perfecto si tus manos me tocan.

Comenzaré por el final
y buscaré esa pasión que nos mantenga con vida,
darte un beso con miedo, sonreír en el portal,
nadar en el mar de tu cuerpo
sin usar salvavidas.

Comenzaré por el final,
para acabar sintiendo la timidez adolescente,
el miedo al rechazo, a volverte a soñar,
a perder la cabeza si no estás entre la gente.

Comenzaré por el final,
lo que siento rompe el orden
y de mi caos eres protagonista;
pero cada vez que te mire 
nada importará,
de nuevo me harás creer
en el amor a primera vista.

Siempre serás un motivo para desordenar nuestra historia.

Flautista

Latidos

Tal vez comprendas que sí, 
que por ti lato cada martes, 
que se convierten en puñales
los besos que no recibí. 

Tal vez comprendas que sí, 
que tu felicidad ando buscando, 
y eso a mí me va matando 
si no la buscas en mí. 

Y cuando entiendas que por ti
lloro cada mañana, 
cuando entiendas que
te busco en mi salón,
cuando entiendas que mi vida
nace y muere en tu alma
yo...
Yo ya no podré latir.

Tal vez comprendas que sí, 
cuando viajes a otros labios.
Los míos ya murieron cortados
y nunca estuviste allí.

Tal vez comprendas que sí,
que quise perderme en tus manos, 
viajar contigo a otros planos
y, en horizontal, vivir.

Tal vez logres comprenderlo...

Y cuando entiendas que por ti
bajé cien mil estrellas
y detuve las mareas del dolor,
cuando entiendas que pinté
mi vida en acuarelas
yo...
Yo ya no podré latir...

Siempre serás un motivo para sacrificar latidos.


Flautista

sábado, 15 de marzo de 2014

Y ahora...

Quise ser oasis cuando tuviste sed,
no supe aceptar que me deshidrataba.
Quise ser linterna cuando no lograste ver,
si te atacaba el miedo quise ser tu espada.

Yo quise hacer esto porque
para mí tu siempre eras mi mundo,
pero te has marchado y no hay relojes
que nos marquen tiempo juntos.

Si fuiste barco quise ser mar.
Quise ser fuerte, guiarte con paciencia
y con estos versos intento asimilar
que tú ya te has ido, bajó la marea.

No puedo culparte, has escogido y
a mí ya me lo advirtieron.
"Si vence tu orgullo puede que
no estés aquí de nuevo".

Y ahora he logrado ver
que siempre hiciste falta,
fuiste luz en los días
y en las noches fuiste calma.
Me quiero disculpar,
pues yo no recordaba
lo especial que me hiciste
cuando tocaste mi alma.
Yo siempre intentaré
que sea cuestión de tiempo,
volver a viejos tiempos
siempre será mi gran sueño...

Has escogido, y escogiste bien,
te libraste de quien te incomodaba,
pero hoy me toca a mí devolver
lo bueno que hiciste cuando te di la espalda.

No puedo marcharme,
todo me recuerda lo que ya no tengo.
Desearía quedarme
pero mi error se grabó con fuego.

Y ahora he logrado ver
que siempre hiciste falta,
fuiste luz en los días
y en las noches fuiste calma.
Me quiero disculpar,
pues yo no recordaba
lo especial que me hiciste
cuando tocaste mi alma.
Yo siempre intentaré
que sea cuestión de tiempo,
volver a viejos tiempos
siempre será mi gran sueño...

Si tú te hieres sangro yo,
mi gran virtud siempre eres tú,
y ahora, en la pérdida,
mi alma se arrepiente,
cuando miro alrededor,
cuando veo que no estás tú
y que estoy solo en medio
de un montón de gente.

Y ahora he logrado ver
que siempre hiciste falta,
fuiste luz en los días
y en las noches fuiste calma...




Siempre serás un motivo para querer corregir mis errores...

Flautista.


domingo, 2 de marzo de 2014

Carta de Domingo

Como cada Domingo por la noche, cogió su ordenador dispuesto a escribirte todo lo que nunca llegó a contarte. Tampoco tenía muy claro qué es lo que te quería decir, pero, aún así, cogió aire profundamente y dejó que sus manos volasen sobre el teclado, un teclado testigo de cientos de secretos, de pensamientos que nunca llegaron a ser reconocidos, porque cuando admites lo que tienes en la cabeza se convierte en algo un poco más real, y estaba cansado de hacer que en su cuerpo florezcan amores imposibles.

Sin embargo, sabía que tampoco podría huir eternamente de lo que sentía. Vivía enganchado a ti, como la mayor de sus drogas, como si fueras el ancla que le impidiese seguir avanzando. Pero tal vez no quisiera ir a ninguna parte, tal vez sólo quisiera estar contigo, pero no tuviera el valor a decírtelo.

Valor, qué curiosa palabra. El valor puede entenderse como la importancia que le atribuimos a los elementos así como la valentía que nos hace luchar por ellos. No obstante, él no sabía luchar por lo que realmente valía la pena. Siempre le faltó valor, nunca valió mucho y jamás supo qué hacer para ser valiente contigo, para buscarte en el desayuno de los lunes y no abandonarte hasta el octavo día de la semana.

Pero puedo prometerte que intentó todo lo que pudo por conseguirte. Siempre quiso regalarte su tiempo, una de las pocas cosas que podía ofrecerte. Nunca quiso hacerte daño, aunque él sufrió cada momento no compartido contigo, cada palabra que nunca te dijo, cada beso que depositaste en otros labios mientras a él le desgarraba saber que le veías como "un gran amigo", pues la amistad que más duele es la que no es correspondida, y lo que sintió por ti siempre fue inversamente proporcional a la amistad que le habías cedido: por cada mirada, por ti produjo cien suspiros, por cada mensaje, mil deseos de tenerte cerca, y por cada café compartido, un millón de sueños en los que te llevaba el desayuno a la cama.

Por eso buscó cualquier forma de aferrarse a ti. Cada día estaba más convencido de que no sería capaz de conseguir el oro, de convertirse en el motivo por el que despiertes cada mañana. Sin embargo, la medalla de latón se convertía en su mayor tesoro si tú se la entregabas, si le recordaba que, de algún modo, sabías que existía y, en la playa de los sentimientos correspondidos, al menos le entregabas un grano de arena en forma de amistad, de palabra amable que le animase a seguir sonriendo.

Aún así, me gustaría decirte algo. Los sentimientos son tan cambiantes como el propio ser humano. Un día conoces a alguien en un pasillo y poco tiempo después se convierte en alguien especial. Se empieza compartiendo un boli y se acaba compartiendo el resto de la vida. Nunca sabremos realmente lo que deparan nuestras emociones, y tampoco debemos cerrarnos a ellas. Por tanto, si alguna vez se convierte en alguien especial para ti, házselo saber, demuestra que se pueden crear líneas rectas entre dos corazones, y conecta su alma al puzzle de vuestra existencia. Así, él no volverá a escribirte cada Domingo imaginando que algún día no tendrá nada que ocultarte.


Siempre serás un motivo para creer en imposibles.


Flautista.

Ícaro

Cuanto más cerca del Sol logro volar, mayor es el impacto de mi caída. Puede que sea mi osadía la que tenga que lamentar mientras me ha...