lunes, 15 de julio de 2013

Temblando...

Temblando quise esconderme cuando comprendí que estaba soñando un imposible, cuando me di cuenta de que no puedo alcanzarte, de que no nací para tenerte, de que viví para soñarte y de que moriré sabiendo que no es a mí a quien buscarás cada noche.

Temblando me di cuenta de que no sé aceptar la realidad, de que nada tiene sentido sabiendo que no podré tenerte cerca, de que no me sirve volar si no me esperas al otro lado, de que no será a mí a quien guardes en lo más profundo de tu mente y viviré desprotegido, sólo en un mundo que no se creo para que lo compartamos.

Temblando me di cuenta de que debo marcharme, que sólo puedo perturbar tu felicidad, que siempre fuiste motivo de alegría y de mi tristeza, pero mi frágil corazón no puede soportar más daño. Llega un momento en el que es imposible recomponer los pedazos.

Temblando me di cuenta de que los finales felices han muerto, que no tiene sentido seguir engañándome, que las canciones no hablan de nosotros, y que nunca se crearán versos capaces de contar nuestra historia, pues siempre vivimos en cuentos diferentes.

Temblando me di cuenta de que se secó la primavera, de que mi cuerpo se mueve sin vida como un autómata condenado a sentimientos que nunca serán correspondidos, encarcelándome en un deseo que jamás pude hacer realidad. Tal vez sea mejor así. De nada sirve una vida si no puedo compartirla contigo.


Tú siempre serás feliz. Yo siempre estaré temblando...


Flautista

sábado, 13 de julio de 2013

La fábula del manzano

Hace mucho tiempo, crecía un manzano mágico en el patio de una hermosa joven. El árbol parecía fuerte y robusto, pero había un gran problema que le atormentaba: Aunque el manzano estaba perdidamente enamorado de la joven, ésta no era capaz de percibirlo, pues sólo le veía como un árbol. 

Por este motivo el manzano se empezó a desesperar. Él sólo quería llamar la atención de la joven, hacerla feliz, demostrar que era más que un simple árbol y que, si ella se lo permitía, acompañaría a la joven hasta el fin de sus días. 

Por tanto, un día habló con uno de los gorriones de su copa para pedirle consejo. El pájaro, que presumía de conocer bien a los humanos, le dijo lo siguiente: 
<<Si quieres enamorar a la joven, tienes que demostrar que eres el mejor. Impresiónala, muestra todo lo que vales y ofrécele todas las cosas buenas que le puedes regalar. Ella lo acabará apreciando y siempre querrá estar contigo.>>
A raíz de ese consejo, el árbol se esmeró para cumplir todos los deseos de la joven de la mejor manera posible, ofreciéndole las manzanas más sabrosas de todo el reino y regalándole sombra en las cálidas tardes de verano. Sin embargo, la joven seguía sin ver las intenciones del árbol, sin entender lo que éste sentía. Por tanto, el árbol acabó enfermando ante un amor no correspondido y, cuando quiso darse cuenta, la joven lo mandó talar e hizo leña de él para poder pasar el invierno.

No obstante, desde que el manzano fue talado, en el cielo creció una nube con forma de árbol. Esta nube siempre se podía ver desde el patio de la joven y, a los que conocemos la historia, nos recuerda que hay amores que nunca podremos alcanzar, que no todo el mundo sabrá valorarnos como realmente merecemos y que, por mucho daño que nos hagan, siempre tendremos a alguien a quien no dejaremos de querer.



El amor es poderoso y no atiende a razones.

Flautista.

miércoles, 10 de julio de 2013

Ya no llueve...

El mundo se ha parado. 

Ya no llueve, no hay nada vivo, pues no sirve seguir viviendo si tú te has marchado. No estás aquí, y tu ausencia ha destruido todo aquello por lo que merecía la pena seguir luchando. 

Pero tal vez nunca llegaste...

Quizá sólo seas una ilusión creada en mi cabeza, el anhelo de un amor imposible que nunca me será correspondido, un sueño que se desafina cada noche que me acuesto sin encontrarte, cada día que, confuso, intento vivir mientras me resigno a no tenerte, suponiendo que se pueda llamar vida al sufrimiento que me hace seguir respirando un aire que no puedo compartir contigo. 

Y yo, mientras tanto, sólo espero a que llegue el momento en el que el viento se detenga, en el que tu perfume desaparezca de mi cabeza, en el que las canciones dejen de recordar que no estás conmigo y los versos se transformen en todos los besos que siempre quise darte. Pero la espera es dolorosa, porque viene teñida de rendición, recordándome que estoy cediendo, que siempre fui un cobarde y que por no atreverme a demostrarte lo importante que eres en mi vida te he perdido antes de llegar a alcanzarte. 

De este modo se ha secado el jardín de mis esperanzas, un jardín que crecía bajo tu luz, alimentado por el deseo de tenerte cerca, de regalarte el cielo si me lo pides. Pero ya no queda agua para seguir creciendo, ni me quedan lágrimas para seguir llorándote. Por eso, aunque ahora tengo claro que no compartiremos amaneceres, sólo puedo darte las gracias por haber sacado lo mejor de mí, por haber hecho que quiera ser mejor persona y por haberme dado motivos para seguir luchando, para intentar volar de nuevo. No obstante, espero que no te sientas culpable de mi rendición. Tal vez sea mejor que me entregue a la muerte. De todos modos, algo me dice que estoy muerto desde que tú me robaste el alma. 

Gracias por todo. Si algo bueno tuvo esta vida fue que me permitió haberte conocido. 

Te querré aunque mi vida se apague. 

Flautista.



lunes, 8 de julio de 2013

Carta perdida

No sé por qué sigo empeñado en escribirte...

A veces me pregunto si llegará un día en el que logre alcanzarte, un día en el que deje de sentir que voy detrás de un espejismo, de un sueño que me persigue dormido o despierto, de un ángel que me recuerda todo lo que nunca podré tener.

Sé que nunca fui perfecto, que siempre tuviste mejores opciones. Sin embargo, algo me dice que debo seguir esforzándome, que debo seguir intentando crecer para que llegue un momento en el que sea capaz de romper el vuelo y tú vengas a volar conmigo.

No obstante, mis esperanzas desaparecen al ver que mi cama sigue vacía, que nadie me acompaña en los amaneceres, que las noches de verano se quedan frías y el invierno es un infierno si tú no apareces, si tú no me guías mientras mi desaliento crece.

De este modo, mi cuerpo sigue llorando todos los abrazos que no te di, enterrando besos que nunca florecieron, apagando un deseo que me quema por dentro mientras me dejo sepultar bajo la avalancha de una amistad conformista en la que muero arrollado por una sonrisa que escuda todo lo que siento realmente.

Por tanto, sólo puedo finalizar esta carta suplicando que algún día llegue a su destino, que comprendas las señales que mi cuerpo intenta mandarte y que me ayudes a poner un final feliz a nuestra tragicomedia, un final eterno en el que nada ni nadie logre separarnos.

Siempre te quise de un modo infinito.

Gracias por ayudarme a volar.

Flautista.

lunes, 1 de julio de 2013

El silencio de una noche de verano...

En el silencio de una noche de verano escucho a mi alma gritando que te echa de menos. Nada puede callarla, pues no hay mayor dolor que el de un corazón que sufre, que se muere por regalarte cada latido, aunque no tengas la menor idea de que eres tú quien hace que siga latiendo.

En el silencio de una noche de verano se escuchan a mis lágrimas suicidas, cantando a un amor que nunca me atreví a entregarte, recitando los versos que creaste en mi cabeza, ofreciendo al mundo un amor que se ahoga en el salado mar de la cobardía.

En el silencio de una noche de verano se aprecia el vuelo de mi ilusión por seguir buscándote, la huida de mi cuerpo mientras agoniza por no fusionarse con el tuyo, mientras intenta escapar de la estela que deja el miedo al rechazo, a que no comprendas la falta que me haces y a que puedas destruirme cuando descubras que mi vida te pertenece.

En el silencio de una noche de verano pido al cielo que llegues pronto, que vengas un día diciendo que no quieres marcharte, que te conviertas en el motor que hace seguir girando a mi mundo, en el piano que armonice las pasiones de mi alma, en los amaneceres acompañados, en las noches compartidas, donde nada importe fuera de la habitación en la que nos encontremos cuando el sol no nos mire.

En el silencio de una noche de verano intentaré que llueva el valor que necesito, que algún día logre enfrentarme a mis propios sentimientos, que te cuente lo que oculto, que deje de estar muerto y por ti vuelva a nacer para entregarte mi cuerpo, haciendo que los dos volemos lejos y nadie pueda encontrarnos.

Gracias por ser mi sueño de una noche de verano.

Te querré siempre.

Flautista.

Ícaro

Cuanto más cerca del Sol logro volar, mayor es el impacto de mi caída. Puede que sea mi osadía la que tenga que lamentar mientras me ha...