jueves, 2 de octubre de 2014

La puerta

Al despertar estabais a una puerta de distancia.
Solo había que salir de la cama y cruzar la puerta.

No era tan difícil.

Sin embargo, aprovechando tu indecisión, se coló en la habitación
el Miedo.
Ese Miedo que aparece cuando no te atreves a hacer lo que deseas,
un Miedo imponente,
como un padre que sabe que has suspendido todas,
un Miedo que oprime el pecho,
un Miedo que oscurece las ideas
y te hace creer que
si das ese paso que tanto te asusta
te enfrentarás a consecuencias que no podrás asumir.

Pero tú quisiste ser fuerte,
te habían enseñado a serlo.
Querías demostrar al miedo que no podría imponer sus ideales,
que contigo se había equivocado de persona.
¿O no era eso lo que querías?
No podrías afirmarlo con seguridad, porque en ese momento entró alguien:
la Duda.
Duda siempre aparecía como la peor de las visitas,
inesperada,
inoportuna,
y queriendo ser el centro de atención.
Duda era ese cuñado cargante que quiere demostrar que siempre tiene razón,
aunque normalmente no sabe de qué habla.
Pero Duda se instaló con fuerza,
haciéndote ver que tal vez no fuera buena idea enfrentarse al Miedo,
que más vale malo conocido que bueno por conocer,
que aquel que se la juega siempre se expone a perder.
Además, ¿en serio quieres salir a buscar algo que no puedes ver?

Pero tú no tenías nada claro. Tenías tus dudas.

Fue en ese momento cuando te rendiste.

Casi sin darte cuenta empezaste a pensar,
a considerar que no puedes dominar lo que no comprendes,
a creer que nuestro deber es temer,
temer todo lo que escapa de nuestro entendimiento.

Por eso decidiste abandonar.
La puerta ahora era un muro inquebrantable,
un muro que no te dejó ver que merece la pena atravesar la oscuridad para ver la luz,
un muro que no te dejó ver que todo gira en torno al Sol,
un Sol que parecía abrasador en la habitación en la que estabas.

En ese momento apareció un último visitante:
la Cobardía.

Cobardía salió de debajo de la cama,
limpiando el puñal con el que mató a tu alma,
con el que la asesinó sin ser vista.
Siempre fue muy buena jugando al escondite,
y, una vez más, había ganado la partida.

Y todo por no querer abrir la puerta...




Flautista.

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