miércoles, 15 de enero de 2014

Sin sombra...

Silencioso, sin sombra, puso a caminar sus pasos, buscando un rumbo que le ayudara a encontrarse, aunque tal vez sólo quisiera perderse, escaparse y huir del enemigo que vivía en sí mismo.

Ese fue el motivo que le hizo salir a esconderse en el invierno y, bajo una lluvia de indiferencia callejera se dejó llevar por sus sentidos, los únicos que pensaba que no le traicionarían.

Pero de todos sus sentidos le traicionó el más inesperado: el sentido común.

Hombre de poca fe, que siempre había creído en sí mismo, se vio sobrevolado por el cuervo de la desconfianza, cegado en las neblinas de la duda y acorralado en la soledad del que vive cautivo en una mansión con fachada de hombre bueno.

No supo qué hacer. Su vida se escurría entre sus dedos en un desafío a tempo en el que, a pesar de estar perdido, la juguetona Muerte le cedió una vida de ventaja. Una vida para corregir errores, para pasar a la historia que él, inconscientemente, había convertido en la página transpapelada que nadie encontraría, en un cadáver enterrado bajo un corazón que late frío y desnudo de emociones.

Ya nada tenía sentido. Era un autómata de sangre y lágrimas que se ahogaba en el mar de la angustia, el mar de los que no saben amar, en la tierra de los muertos en vida por no saber ser amados. Pero de nada servía llorar, debía entender su sufrimiento: el poeta era una sombra sin más, y su vida sólo un juego de quien no le supo guiar ni dar luz a ese tormento que le hizo divagar como el más errante de los muertos. 

La rendición era necesaria. Vivir sin amor es vivir muerto, caminar sin luz ni oscuridad, purgar un alma sin un cuerpo. Por eso se quiso entregar al dulce sueño del invierno para dormir y, nunca más, despertar en nieve y hielo.


Y, cuando nadie miró, de la sombra nació un ángel...

1 comentario:

Ícaro

Cuanto más cerca del Sol logro volar, mayor es el impacto de mi caída. Puede que sea mi osadía la que tenga que lamentar mientras me ha...