En este mundo de normas
todos parecen comprender el juego
aunque luego pierdan las formas.
A la mierda,
no hay quien lo entienda,
ni nadie que se sorprenda
con un alma descontenta
ante la enorme reprimenda
de sociedades fraudulentas
con mentiras que alimentan
emociones incompletas.
Ya no importa,
nadie vigila,
vivimos en un mundo de almas dormidas,
vivimos en un mundo de almas voladas por minas,
por emociones que no admitimos,
por sentimientos que destruimos,
minados en arterias vacías
por corazones que bombean solos,
y solo por quemar calorías.
Y todo parece normal,
el mundo se ha vuelto loco
y a nadie le suele extrañar
que queramos abrir los cerrojos.
Que paren el mundo, me quiero bajar
si es motivo de sonrojo
para esta sociedad
mostrar cariño antes que enojo.
Ser feliz ahora cuesta
más que la cuesta de Enero.
Ya no existen caballeros,
sólo existen viceversas,
que pueden parar el mundo
por que no pare la cerveza.
Existencia banal, fugacidad eterna
en el devenir de un mundo en el que mueren las ideas.
Pobre Hamlet, si nos viera,
ante el dilema de existir querría ser solo calavera.
Por eso me rindo, doy mi alma por perdida
y en el juego del mundo quiero parar la partida,
pues no tiene sentido querer comprender la vida
cuando villanos son felices sin tristeza en sus días,
cuando hacer daño a los demás sienta de maravilla
pero la felicidad de otro parece una pesadilla
antes de navidad, en invierno o en verano,
para un cuerpo cadáver que ofreció todo en vano
a un mundo de cocodrilos que, sin reloj, no avisaron
de que incluso a los piratas pueden arrancarle la mano
si para cumplir sus intereses han de ser como un tornado.
Ahora no quiero pensar.
Quiero apagar mi cerebro,
maldición neuronal
la de un contenido interno
que no se puede arrancar
ni mandar al cruel averno
que permita olvidar,
ser oveja en este cuento,
ser parte del panal,
disimular en el convento
donde en vez de rezar
intento razonar y siento
que me voy a marchitar
en sinrazones que no entiendo.
Fin de la partida. Apaga y vuelve a pagar para reiniciar el juego, que nada en este mundo se puede conseguir gratis.
Flautista.
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