Su cuerpo ya no sentía frío, o eso creía. Había olvidado lo que es el calor, perdiéndose en un mundo gris que le impidió recordar el color de un abrazo o el sabor de esos besos que, por no llegar a darlos, caducaron dentro de la despensa de su alma, marchitando el jardín de lo que siempre quiso regalar a los demás, y convirtiendo su cuerpo en el más árido de los desiertos, donde el oasis de tus dedos nunca vendría para refrescar su espalda.
Intentó comprender a qué se debía la traición de su mente, la creación de recuerdos contigo en los que el menor de los paseos se convertía en una experiencia de final no deseable, como una obra de teatro sin escena del beso en la que el café de tus labios nunca quiso venir para interpretar un papel de nuestra historia.
Su vida era la peor de las mentiras, una pantomima en la que fue víctima y verdugo de sueños, pues su amor siempre fue un lobo con piel de cordero, que despellejó el alma de los que se ilusionan, de los soñadores que creyeron cambiar el futuro y de los que lloraron al ver que un presente es un regalo que nunca ha pasado.
Y así descubrió el engaño, el truco de querer en un amor hipotecado, pues no existe mayor sufrimiento que el de un amor que enjaula al enamorado, arrancándole de raíz del suelo por haber crecido sin sustrato, pues siempre dolió querer a quienes nunca nos han amado.
Por eso decidió rendirse, porque respirarte duele, porque asfixia cada centímetro que os separa y estalla la tormenta imaginando el roce de vuestros cuerpos. Pero ese roce nunca llega, y la primavera llora en silencio mientras intento llenarte de flores cada martes.
Sin embargo, no quiso despedirse, ni despedirte de sus ilusiones. Siempre pensó que la vida es para los que se esfuerzan, para los que luchan por conseguir lo que se merecen, y compartir su vida contigo siempre fue un motivo para seguir luchando. Desde entonces, está junto a ti en silencio, dormido, enterrado en una amistad fingida, esperando señales por las que su corazón quiera seguir latiendo...
Siempre fuiste un motivo para dormir y soñarte de nuevo.
Flautista.
Sin embargo, no quiso despedirse, ni despedirte de sus ilusiones. Siempre pensó que la vida es para los que se esfuerzan, para los que luchan por conseguir lo que se merecen, y compartir su vida contigo siempre fue un motivo para seguir luchando. Desde entonces, está junto a ti en silencio, dormido, enterrado en una amistad fingida, esperando señales por las que su corazón quiera seguir latiendo...
Siempre fuiste un motivo para dormir y soñarte de nuevo.
Flautista.
Precioso. ¿Quién no ha tenido algún amor no correspondido?
ResponderEliminarPero no vale la pena anclarse eternamente, aunque sientas que el alma de enamorado bohemio así te lo pide.
Echarse a un lado no es siempre la peor opción, pues cada uno va escribiendo su historia. Y hay historias que, por muchas vueltas que se les dé, nunca van a cruzarse.
Un beso, me ha encantado descubrir este blog :)