martes, 18 de noviembre de 2014

Sombra

Cuando quise darme cuenta, mi vida llegó a ese punto en el que no sabes qué duele más, si los recuerdos o las ausencias.

Como bestias irracionales, solemos echar de menos todo lo que nos autodestruye, lo que ejerce sobre nosotros un poder de adicción más fuerte que la mayor de las drogas y nos inmola en un bucle de primitivismo emocional, de deseos viscerales que nos arrancan las entrañas para ahorcarnos con ellas, para recordarnos que nuestro espíritu inmortal vive encerrado bajo una jaula de limitaciones.

Sin embargo, lo más divertido es descubrir que nuestra sed de felicidad es insaciable, que no importa todo lo que tengamos, pues siempre desearemos algo inalcanzable y, si este deseo se nos pone entre las manos, dejará de ser atractivo ante nuestros ojos y será otro deseo el que despierte nuestros intereses.

Porque los deseos son como las armas: si no pueden destruirnos es porque están rotos.

Pero nunca aprenderemos. Siempre cometeremos los mismos errores, como si fuéramos parte de un repetitivo espectáculo de marionetas en el que nuestros hilos nos enredan en acciones circulares, acciones de almas a las que echamos el cerrojo, de cuerpos a los que intentamos hacer inertes para vivir en un mundo en el que el color y la vida no son aceptados en la tierra de los hombres grises.

Y, casi sin quererlo, descubrí que estoy en lo cierto, que vivimos una mentira llena de antojos, que no hay anteojos en el mundo para poder ver con nitidez nuestro futuro, que sólo podemos actuar en base a un pasado efímero y fugaz, pues no existe nada que muera más rápido que los segundos, pero cada segundo cuenta y no nos damos cuenta de que no podemos huir del pasado, aunque lo sigamos intentando por culpa de nuestro deseo de escondernos de nosotros mismos.

Fue en ese momento cuando quise hacerme una sombra, cuando quise deslizarme invisible y escapar, buscar un mundo sin errores, sin espacio ni tiempo para juicios, un mundo sin valores en el que los cobardes que escapan sean vistos como los valientes que buscan nuevos caminos.

Porque de tanto buscar la misma luz todos nos estamos volviendo ciegos.




Siempre habrá un motivo para querer ser una sombra, para entregarnos a lo desconocido cuando nadie nos mire.



Flautista.

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