Lo siento.
Tal vez estas sean las palabras que más me cueste pronunciar, y posiblemente sean las que más necesite decir en mi vida.
Tal vez di por hecho demasiadas cosas, me acostumbré a pensar que ibas a estar cerca y no me llegué a dar cuenta del abismo que estaba creando entre nosotros.
Creo que mi error fue no pensar en las consecuencias de mis actos y ahora, cuando mi orgullo me ha hecho darme cuenta de todo, veo que también es demasiado tarde.
Aún así, como una flor que emerge sobre tierra interte, siento que debo escribirte aunque nunca vayas a leerme, siento que debo darte las gracias por haber cuidado de mí, por haberme hecho crecer y convertirme en alguien un poco mejor.
Ahora que el orgullo se ha ido me gustaría que supieras que nunca supe demostrarte lo suficiente cuánto me importabas. Siento haberme mantenido frío cuando eso te dolía, haber omitido todo aquello que necesitabas que te demostrara. Lamento no haberte agradecido todo lo que has hecho por mí sin esperar nada a cambio.
Por eso, si en el futuro vuelvo a encontrarte, ya sea en esta vida o en otra, prometo hacerte ver lo que vales, demostrarte cómo me complementas. Haré lo posible por estar ahí cuando llueva y por celebrar contigo cada uno de los días de sol que compartamos.
Pero hoy sé que no es posible, y sólo espero que encuentres a alguien que te ofrezca todo lo que no supe darte, que recuerdes mis virtudes por encima de mis defectos y que sepas que siempre me arrepentiré de no haber hecho esto antes.
Ahora, doliéndome saber que puede que no leas esto, me gustaría disculparme por alejarte de mí sin quererlo. Si alguna vez quieres acercarte yo dejaré la puerta abierta.
Por último, si lees esto y consideras que te debo una disculpa has de saber que es para ti, aunque mi orgullo no me permita reconocerlo.
Lo siento. Nunca dos palabras pudieron dolerme tanto.
Flautista.
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