Anidaste en mi cabeza,
impidiendo que pudiera alzar el vuelo.
No aceptaste una cerveza.
Dijiste que estabas de paso,
pero vienes con maletas
y yo te sigo pensando
aunque tú no te des cuenta.
Al llegar se fue el invierno
y en mi pecho floreció la primavera.
Tus manos eran sol y fuego,
sal y playa, agua y arena
y en el piano de los sueños
tocaste una sonata eterna.
«Que el concierto no termine...»
suspiré mientras soñaba con tu ombligo,
con ese beso de cine
que, aunque yo no te lo pido,
en mi mente hoy es sublime,
será cosa del destino...
Y no lo puedo negar,
desde que pude conocerte
mi mundo dejó de girar.
Se queda embobado al verte,
aunque no puedas notar
que en tu espalda quiero perderme.
Y no lo puedo negar,
no hay mejor acorde que un arpegio entre tus manos.
Tu cuerpo quiere cantar,
y mi colchón, desafinado,
quiere poder escuchar
versos que no he recitado.
No hay domingo que no vengas,
que no aparezcas en mi mente recordando
a ese sueño que no llega,
a la muerte de no estar contigo,
que no hay vida si te alejas.
Mis lágrimas ya se suicidan.
Si no vienes a acurrucarlas entre tus dedos,
déjalas, que ellas decidan.
No las culpo de su miedo,
su amor nunca correspondías.
Y no lo puedo negar,
miento bajo el alud de una amistad desmoronada.
Siempre fuiste mucho más,
protagonista de mi historia,
acorde y color central,
lienzo y pauta de mis notas.
Y no lo puedo negar,
no hay amistad entre los dos si un corazón late más fuerte,
y el mío quiere estallar,
hasta en el menor de sus pedazos
tu siempre estarás presente.
Anidaste en mi cabeza,
impidiendo que pudiera alzar el vuelo.
Fuiste mi mayor flaqueza,
talón de Aquiles y el secreto
para levantar la cabeza
y buscarte hoy en silencio...
Siempre fuiste un motivo para tener la cabeza ocupada.
Flautista.
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