martes, 20 de mayo de 2014

Ítaca

He dejado de reconocerte donde siempre pude haberte encontrado.

Ahora todo es diferente, teñimos los «para siempre» con un futuro distanciado, con una vida ausente en la que a Neruda no le gustaría vernos callados.

Y se nos cayó la p
                             o
                               e
                                 s
                                   í
                                    a...

Como hojas del otoño secamos los recuerdos que no llegaron a mañana,  que se perdieron en un tren sin estación que no nos llevó a ninguna parte, que nos autodestruyó en el principio del fin, en un frío que congeló lo que ya no supe compartir contigo.

Y descarrilamos.

Así llegamos a nuestra colisión emocional, a la muerte en vida, a los abrazos vacíos y los saludos que evitamos escondiéndonos en los múltiples pasillos de la rutina. Ya era mejor que no sonase el teléfono, que no se fusionasen nuestros pasos, que se evaporasen los veranos y nos perdamos como el viento, invisibles y despeinando a quien nos encontremos a nuestro paso.

Y todo porque un día cambiaron nuestras pieles, porque decidimos navegar en rumbos diferentes, porque quisimos explorar un poco y nos arrastraron corrientes descontroladas hacia torbellinos de cambios desmesurados. 

Desde entonces, sé que no te puedo culpar, que nuestro mundo crece, florece y marchita, pero tenemos que avanzar. Por eso no rindo batalla, porque no hay guerra entre nosotros. Sólo estamos de misión humanitaria con destinos diferentes.

Por último, sólo pido al cielo que un día recuperes el rumbo y, mientras vives tu propia odisea recuerdes cuál era el camino a Ítaca, pues aquí siempre esperaremos tu regreso.

No olvides que siempre podrás volver, pero sólo tu verdadera esencia te servirá como llave.


Siempre serás un motivo para dejar la puerta abierta.

Flautista

jueves, 15 de mayo de 2014

Carta de vuelo

Desde que acepté que te marchases podía oír cómo crecían las raíces de mi soledad, como comían tierra hasta incrustarse impasibles en el fondo de mi pensamiento, dando cuerda a mis pensamientos más confusos, haciendo que fuera imposible deshacerse de ellas y que fuera creciendo esa sensación de vacío que me destruía bajo el agua y la luz del sol.

Sin embargo, decidí levar anclas y seguir adelante. Estaba cansado de ser la sombra de tus pasos, quien te seguía de día y no te encontraba de noche. Ya no quería depender de tu luz y, con la aguja del orgullo, decidí descoser los lazos que nos ataban. Al principio pensé que me dejaría cicatriz, pero finalmente se me saltaron los puntos, pues nunca me gustó ningún símbolo que me hiciera creer en los finales. 

Por eso, ahora estoy volando lejos, caminando por callejones que nunca recorrimos, escuchando los conciertos que tú y yo jamás tocamos y comprobando con otros latidos que mi corazón se sigue moviendo aunque ya no seas la sangre que con ilusión bombea. 

Y no pienses que te extraño durante este viaje. Cada paso que hay me enriquece, me demuestra que sigo siendo un diamante aunque tú me bañases en el barro, aunque me hicieras creer que mis alas estaban rotas para poder mantenerme atado a tus cadenas.

Comencé a echarte de más cuando me cansó echarte de menos y ahora vivo en un mundo que me recuerda que tengo que ser fuerte, que puedo ofrecer más de lo que nunca aceptaste que regalase, y que tiene gran valor todo lo que una vez me pediste que escondiera.

Sin embargo, no te guardo rencor. Sé que nunca llegaste a saber lo que pasaba, que jamás imaginarás que fuiste el centro de mi mundo, de un mundo que te destierra a un vuelo ingrávido, taciturno, reflexivo; un vuelo en el que, mientras caes en picado sin motor, tal vez recuerdes que hubo un día en el que quise ser tu tren de aterrizaje para ayudarte a poner los pies en el suelo.

Por eso, ahora te deseo lo mejor. Fuiste una gran experiencia, una fuente de mi crecimiento, pero se ha acabado el eclipse que me mantenía cegado, y ahora, con un corazón lastimado, no sé si te podré seguir queriendo. No prometo nada pero, si algún día te quiero de nuevo, lo haré bien y lejos, pues no quiero que vuelvas a ocupar mi alma sin dar los buenos días ni pagarme el alquiler de sentimientos correspondidos.

Ahora me voy, pero volaré para que no haya huellas, para que no puedas seguir mis pasos.

Siempre serás un motivo para escapar de nuevo.

Flautista.


Ícaro

Cuanto más cerca del Sol logro volar, mayor es el impacto de mi caída. Puede que sea mi osadía la que tenga que lamentar mientras me ha...