martes, 20 de enero de 2015

Riesgos prácticos

Como una caja de secretos, mi cuerpo está a punto de explotar. ¡Bum! Un gran estallido y adiós a los problemas, suicidio emocional para esconder la cobardía de no mostrarte lo que siento, porque tú no tienes la culpa de que mi cabeza no sea capaz de dar a mi cuerpo la orden adecuada, la de agarrarte y no soltarte nunca. 

Porque si te suelto pierdo el equilibrio, me tiembla el cuerpo y se me congela el espíritu convirtiéndose en un titán de hielo que se derrite cuando nos miramos, pues no hay calor más intenso que el de esos abrazos con los que me haces sentir vivo, con los que me borras los problemas y me haces sentir como el mayor de los superhéroes, pues todo el mundo sabe que no me puede pasar nada malo si estás cerca.

Sin embargo, soy yo el que marca distancias desafinadas, el que no sabe arriesgar, el que no juega y no gana. Tal vez sea porque nadie me explicó las reglas, porque suelo ser el que mira mientras otros juegan el partido, y si me pasas la pelota la acabo arrojando a tu tejado escudándome en mi torpeza. 

Aún así, te prometo que no me faltan ganas, que cuando te acercas mi epiléptico corazón quiere escapar contigo a donde nadie nos encuentre, que mis manos tiemblan porque no pueden resistir las ganas de abrazarte, y que mis ojos miran con adoración a la sonrisa de la que brotan todas las canciones, canciones que me paralizan, que me convulsionan y que hacen que no logre comprenderme a mí mismo por ser incapaz de atreverme a probar las mieles del cielo. 

Pero tengo los pies en la tierra. Sé que en esta vida no puedo pretender que mi papel lo interpreten otros, que sólo los que se esfuerzan encontraron tesoros, y que soy yo el que debe jugar todas sus fichas a tu número de teléfono. 

Por eso sé que encontraré la forma. Siempre fui práctico hasta extremos fatídicos, y sé que no me volcaría tanto en ti si no mereciera la pena, si estas situaciones en las que me pones contra las cuerdas no sirvieran para acabar afinando mi cuerpo y tu paraíso. 

Siempre serás el riesgo que más deseo asumir, pero ahora me estoy preparando. 


Flautista.

sábado, 17 de enero de 2015

Escarcha.

Cuando las guerras comienzan
en interiores viscerales
dejamos de ser nosotros,
nos volvemos animales,
presas de nuestro peor enemigo,
de saber que somos débiles
ante vínculos perdidos,
de saber que echar de menos
será nuestro peor castigo.

No podemos controlar
qué brota en nuestras entrañas.
Sólo podemos intentar
que no se desgarre el alma
de los que intentan disfrutar
de una vida atormentada
en la que sólo podemos llorar
cuando no nos acompañas.

El tiempo fue traicionero,
robó lo que más quería
y ahora que no te tengo
debo luchar cada día
por fingir que soy de hierro,
por escudarme en la alegría
que tienen los que no están muertos,
aunque sigo muerto en vida.

¿Si yo no he he hecho nada
por qué quiero huir?
Fuiste tú quien prendió
las brasas de un triste infierno.
Ahora quiero perderme
y dejar de sufrir,
pero no soy feliz.
¿Y yo qué culpa tengo?

Solo quise escapar
escondido en la rutina,
nunca te quise dar
lo que no me ofrecías.
Sin embargo me marcho
cada vez que nos vemos
y no dejas de doler.
Algo mal estaré haciendo...

Por eso ahora me rindo,
no quiero pensar, ni seguir padeciendo
un dolor que brota escondido
en las tristes cuevas del recuerdo.
Recuerdo los buenos días,
recuerdo las noches sin sueño
con una felicidad compartida,
con vínculos que creímos de acero
y fueron frágiles como arcilla
que estrellaste fuerte contra el suelo.

Ahora solo puedo
fingir que no pasa nada.
Si yo mismo me lo creo
tal vez se crea mi alma
que somos fuertes, que podemos
luchar de nuevo cada mañana
por la felicidad que perdimos,
aquella que robaste sin nada
que pudiera haber impedido
caer en un abismo de escarcha
donde no sólo en invierno hace frío,
donde se congelan cuerpo y alma
hasta por fin haber comprendido
que no regresarás mañana,
que ese será mi castigo,
que en mí brotará otra llama.

«Siempre serás un motivo para creer en los deshielos».

Flautista

Ícaro

Cuanto más cerca del Sol logro volar, mayor es el impacto de mi caída. Puede que sea mi osadía la que tenga que lamentar mientras me ha...