Siempre tendía a buscar el amor en las manos equivocadas, a mendigar el cariño de unos ojos que no devolvían la mirada, a soñar con unos besos que volaban a otros labios, y, de tanto mirar a lo lejos, nunca percibió lo que le rodeaba.
Solía entregarse sentimientos de segunda mano, a un calor inerte que secase sus lágrimas, a un deseo de sentir que alguien quería compartir sus noches, de encontrar a alguien capaz de luchar por sus sueños, de ofrecerle la luna para que fuera feliz y de hacer que cada despertar fuera mágico sabiendo que despertarían juntos.
La lluvia fue compañera de sus soledades, espejo del llanto de amores no comprendidos, recuerdo de tiempos pasados en los que los corazones eran sinceros y los sueños emitían un aroma que podía tocarse con el roce de los dedos.
La desdicha acompañaba sus mañanas, el miedo arropaba sus anhelos y, como un animal enjaulado, cada vez se escondía más bajo su rígida armadura, bajo el cofre que escondía su infelicidad y mostraba al resto una sonrisa que hacía que ardiese por dentro.
Poco a poco se iba muriendo, y yo no me atrevía a confesarle el amor que siempre le quise entregar.
<<Te querré más de lo que piensas, aunque nunca lo hubieras imaginado.>>
Flautista.
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