domingo, 31 de marzo de 2013

Carta a oscuras

¿Sabes? Ahora que nadie nos mira me gustaría acercarme sin hacer ruido y pasar la noche a tu lado. No necesitaría nada más. Teniéndote cerca, el mundo podría pararse. Para mí, no habría mundo más allá del aroma que tu piel desprende.

De este modo, convertiría la habitación en un santuario donde la chimenea, el piano y el té que tomamos juntos sean testigos del juego de nuestros cuerpos, de cómo intentamos que los dos seamos uno, mientras el colchón siente celos de que no le dirijas a él tus caricias.

Sin embargo, la Luna me ha dicho que no es en mí en quien piensas por las noches, que es otro sol el que alumbra tus días y que, por mucho que me empeñe, la única forma que tengo para que me pertenezcas será soñarte en mi cabeza.

Y eso duele.

Duele, porque no es justo que mi alma sea tuya sin que te des cuenta, porque no está bien sonreír mientras veo que son otras personas las que te cortan la respiración, porque mientras aceleras mis latidos sólo quiero arrancarme el corazón al ver que no soy quien acelera los tuyos. Duele ver que no me perteneces, y que nunca lograré hacer nada para encontrarte, para que mis ojos sean esos que busques en mitad de la noche.

Sin embargo, me he dado cuenta de que no sé luchar por ti. No sé cómo hacerte ver que eres el centro de mi vida, que mi historia no tiene sentido si tú no la protagonizas. No sé cómo demostrarte que nací para quererte, que viviré para amarte y moriré el día que acepte que no estoy destinado a tenerte. No sé cómo hacerte ver que eres mi tiempo, mi lugar y mi espacio, que nada tiene sentido cuando no estás cerca y que, si estás cerca de mí, el resto del mundo deja de tener sentido, pues tú eres lo único que me importa.

Por tanto, mientras tú no te das cuenta de nada, decido escudarme en una sonrisa, decido fingir que mi corazón no está roto, que funciona perfectamente, aunque nunca me atreva a demostrar que tú eres el motor que lo mantiene vivo. Prefiero sonreír mientras me hablas de otras personas, aunque por dentro me desgarre al ver que no soy yo de quien quieres hablar. Prefiero hacerte creer que estoy bien, que no me duele no tenerte, aunque mi alma muera poco a poco sepultada bajo la sonrisa de esta falsa amistad que nos une.

De todos modos, si tú nunca te das cuenta y yo no tengo valor para luchar por ti, este es el único destino que me queda: inmolarme poco a poco en un amor que nunca podrá llegar a ser consumado.

Por tanto, aunque me duela decirlo, finalizo esta carta deseando que seas feliz. Yo seguiré mandándote señales, por si algún día aceptas empezar a recibirlas.

Siempre serás el motivo por el que llorar de alegría y tristeza.

Te quiero, no lo olvides.

Flautista.

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