miércoles, 13 de marzo de 2013

La fábula de la piedra

Hubo un tiempo muy anterior al ser humano en el que los animales y plantas no eran los únicos seres vivos. Son pocos los que lo saben, pero cuando el mundo comenzaba a existir también existían otros seres capaces de darle vida: las piedras.

En cierto modo, se puede decir que las piedras eran como las plantas que nos rodean actualmente, seres que no se mueven, que no emiten sonidos, pero que están llenas de vida y pueden sentir alegría o dolor aunque no lo manifiesten.

Un día, hubo una piedra que notó que una criatura se posaba sobre su superficie. Era una criatura cálida, suave y ligera como un beso. Sobre la piedra se había posado un pájaro y, aunque este salió volando poco tiempo después, la piedra sintió que el ave le había robado un trozo de su alma. Ella tardó en comprenderlo, pero, cuando se dio cuenta, no fue capaz de negarlo: la piedra se había enamorado del pájaro.

Desde entonces, la piedra no paraba de pensar en el pájaro. Sólo quería estar con él y compartir cada segundo de sus vidas. Soñaba que nada los separaría y que serían eternamente felices. Sin embargo, esos sueños acababan en el más brusco de los despertares cuando la piedra recordaba que ella no era un pájaro, que no estaba hecha para que estuvieran juntos, que jamás podría volar con él y que el pájaro nunca llegaría a saber lo que ella sentía.

Aún así, la piedra seguía deseando poder volver a estar con el pájaro. Buscaba constantemente alguna forma de llamar su atención pero, al no poder hablar, era complicado que el pájaro se percatase de su existencia. De este modo, la piedra, en un ataque de desesperación, aprovechó una ráfaga de aire para dejarse llevar y poner fin a su vida al caer por un acantilado. Fue una decisión dolorosa y difícil, pero, sin poder estar con el pájaro, la piedra sentía que su vida había perdido el sentido.

Sin embargo, los dioses se apiadaron de la piedra, al ver que ésta era víctima de un amor que consideraba inalcanzable. Por tanto, cuando la piedra fue a estrellarse contra el fondo del acantilado, se deshizo en minúsculas motas de polvo. De este modo, el aire la arrastraría para poder volar eternamente junto al pájaro que siempre había amado.

Porque, si de verdad lo deseas, siempre podrás estar con aquellos a los que amas.

Flautista.


1 comentario:

  1. Ya te leía cuando escribías en el chico de las teclas. La verdad es que no se si lo has hecho a propósito pero esta fabula concuerda mucho con el nombre del blog. Me gustan mucho tus relatos y tus poemas. Sigue así. Con ganas de verte actuando en algo grande o tocando. A poder ser que sea en Barcelona, así te veré en directo. Un beso.

    ResponderEliminar

Ícaro

Cuanto más cerca del Sol logro volar, mayor es el impacto de mi caída. Puede que sea mi osadía la que tenga que lamentar mientras me ha...