Para cambiar mi mundo bastarían dos palabras.
Todos las conocemos, no hace falta que se mencionen.
Sin embargo, puede que ahí esté el problema,
en el miedo que tenemos a sólo dos palabras.
Son dos palabras que suben las mareas,
que aceleran el pulso y la respiración entrecortan,
dos palabras que saben a cal y arena,
duele si no te las dedican y también si no las nombras.
Son dos palabras que pueden mover el mundo,
que te cambian al oírlas y cambian a quien las entona,
dos palabras sin las que voy pegando tumbos,
buscando excusas tontas para arrancarlas de tu boca.
Son dos palabras que me hacen volar del suelo,
que arranque el cielo con los dedos si no puedo arrancar tu ropa,
dos palabras que decirlas me da miedo,
que si no me las devuelves dejarás mi almas rota.
Son dos palabras que te hacen brillar por dentro,
por ellas nacen cuadros, sinfonías, verso y prosa,
dos palabras sin las que yo vivo muerto,
dos pájaros sin alas que quieren volar de mi boca.
Son dos palabras sin las que vivo en un domingo,
sin el vino de los sueños, un piano de cuerdas rotas,
son dos palabras cuyo silencio es un castigo,
y vivir sin ellas siempre será mi mayor derrota.
«Siempre serás un motivo para querer darte dos palabras,
aunque también seas el motivo por el que me quedo en silencio.»
Flautista.
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