cada noche que lamenta tenerte tan lejos.
Ese es mi castigo, la condena del poeta
por amar la belleza y hacerlo sin complejos,
sin ataduras que limiten, sin temor a la tormenta
aunque la lluvia preceda a los rayos y truenos
de un amor que, en el fondo, sabrá que no llega
pues nos estamos buscando pero no nos conocemos.
Aún así, del oscuro puzzle somos las dos únicas piezas,
y mi mente se pregunta cuándo estaremos completos.
Tú, mi mayor estrella; yo muriendo por darte el cielo,
y a Perséfone le lloro con mis heridas abiertas.
Maldito idiota el enamorado sin suerte
que sufre sin conocer a quien regala sus latidos,
quien desea encontrar en estos versos perdidos
a quien abra su infierno y le salve de la muerte,
pero en estas letras no aparece nadie,
y yo soy uno más al que Hades ha vencido
mientras viví soñando encontrarte
sin darme cuenta de que a mí me he perdido.
Mas si la vida fuera justa y una oportunidad nos diera
bajo las sábanas crearíamos nuevos universos,
horizontes cercanos a carnes descubiertas
en las que mis labios gritarían en el mayor silencio
para recitar mil sinfonías y renacer en primavera.
Tú, agua de mis deseos, oasis desaparecido
que en escenarios intento encontrarte a ciegas,
y que en silencio te escapas como un gris felino
que me quita siete vidas y con su ausencia me atormenta.
Y yo, poeta loco, que te escribo sin reconocerlo
con un alma extraviada, perdida buscando cariño,
si no te encuentro pronto sé que acabaré muerto
pero sólo con buscarte me siento algo más vivo.
Siempre serás un motivo para querer crear un Nosotros.
Flautista
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