«Tal vez sólo haya que girar para hacer historia.»
Por eso decidió dar la vuelta a todo, empezando por girar aquel taburete que le mantenía esclavizado en la barra de aquel bar.
Ya no valía la pena pasar allí más tiempo ahogándose entre tragos y lamentaciones. Tocaba recomponerse, recoger los pedazos de un corazón que se había entregado como la más pobre de las propinas y marcharse.
Pero costaba mucho avanzar en un sitio tan oscuro, allí donde las inseguridades bailaban con el humo mientras se pedía otro vodka con miedo a no dar la talla.
Por eso sus pies se movían temblorosos sobre un suelo que crujía juzgándole y, aunque intentó respirar hondo para sacar pecho y armarse de valor solo consiguió sentirse vulnerable al estar más expuesto que nunca.
Pero ya no podía dar marcha atrás. Todos los ojos del bar estaban persiguiendo sus pasos igual que una manada de hienas siguen con recelo a un animal moribundo.
Sin embargo, cuando iba a alcanzar la puerta, el camarero giró un interruptor y apagó las luces. Su respiración se aceleró en cuanto sus ojos dejaron de ver, sus manos se adelantaron con desesperación y en cuanto alcanzaron la cerradura sintieron la presencia de una fría llave que cerraba su camino.
En ese momento, el camarero mostró su verdadera identidad y con una diabólica voz le dijo:
«Sólo tienes un intento para abrir la cerradura. ¿Hacia dónde girarás la llave?»
Y escuchando al Diablo comprendió que tenía en sus manos la llave de su destino y que sólo él sería responsable de cómo marcaría su suerte la decisión que tomase, de sólo él dependía el giro que daría su vida al imitar el giro de la llave.
Así comprendió que tal vez sólo haya que girar para hacer historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario