Nunca quise que pasara esto, que llegase a este punto de no retorno en el que resulta imposible dar media vuelta.
Nunca quise este dolor. No quise sentir cómo me desgarraba por dentro, cómo me marchitaba y me perdía mientras buscaba el norte, mientras anhelaba el brillo de una estrella polar que llevaba tiempo apagada. Nunca quise ser mi propio desastre natural, ni deseé pasar por esto, pero hay cosas que no decidimos.
Nunca busqué este destrozo, generar este abismo irreparable que me hiciera olvidar mi esencia o lo que realmente la forma. Nunca quise vivir en esta caverna, pero no existe un mundo en el que tengan cabida las ideas más oscuras de mi pensamiento.
Sin embargo, a veces la vida da volteretas y nos obliga a interpretar papeles inesperados, a ser marionetas de un retorcido Demiurgo que nos obliga a confundir las dos caras que tiene la moneda de nuestra existencia. Puede que fuera este mismo titiritero el que me haya condenado, el que me hiciera destruir casas igual que destruyeron la mía, el que me arrancase entrañas como el peor de los cuervos y me hiciese devolver las lanzas que me clavaron sin hacer que me pregunte por qué las recibía.
Y ahora, sabiendo que es tarde, no busco perdón. No busco salvarme, pues comprendo que mis actos fueron movidos por los hilos del miedo a lo que nunca admito.
Fue ese mismo miedo el que provocó la destrucción de lo que más quería, el que logró engañarme para atacar igual que un animal acorralado. Fue él quien me acechó agazapado en el rincón más profundo de mi ser y me hizo disfrazarme de víctima para vendarme los ojos y no dejarme comprobar que estaba haciendo el trabajo de mil verdugos.
Tal vez él sea el culpable de que me marche, tal vez todo se resuma en el miedo a lo que hoy descubro, el miedo a mi verdadera naturaleza.
Fdo: Dr. Jekyll.
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