lunes, 7 de marzo de 2016

Carta injusta

No es justo que extrañe lo que yo mismo abandoné.

No es justo creer que puedo actuar sin consecuencias, viajar hacia atrás en el tiempo y borrarlo todo como si nada hubiera pasado, como si pudiera permitirme volver a abrir cicatrices, jugar a que tengo derecho a olvidar mis errores y querer hacer que los olvides cuando me doy cuenta de mis fallos.

Por eso escribo esta carta, para que contarte lo que no debes leer.

Porque la vida no es justa.

La vida no es justa y tengo que aprender a vivir con ello, con las injusticias que sufro y con las que cometo. Toca vivir con rocas atadas a los tobillos, con la sensación de que estallamos en mil pedazos, y aunque nos sentaran en la misma mesa nos separarían un millón de universos.

Y ahora es cuando tendría miles de ruegos si preguntas, cuando recuerdo que el invierno era menos frío hace un año, cuando construíamos hogares al lado de un piano mientras hablábamos de aquella playa en la que caminamos como dos extraños.

Pero no, la vida no es justa.

La vida no es justa y nos ha distanciado. Bajo un manto de perspectivas nos miramos con lentes de espejos rotos, distantes y erizados como dos gatos que se encuentran en un tejado de Lavapiés, como miramos a un sombrero que no nos pertenece desde el otro lado de un escaparate, olvidando que me hiciste grande, que me enseñaste cosas de mí que yo desconocía, y que aprendí a valorar un mundo en el que sabía que estabas cerca.

Pero nuestros mundos cambiaron, estallando en supernovas que nos arrojaron a diferentes agujeros negros. Sin embargo, yo no noté la diferencia, pues desde que te marchaste mi mundo ya estaba flotando en el vacío.

Por eso, ahora que no me lees, confieso que lamento lo que hemos perdido. Lamento que nos hayamos perdido y, aunque sé que no es justo, como un idiota te sigo echando de menos.


Siempre serás un motivo para sufrir por las injusticias.


Flautista.

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