Nos quitaron el precinto,
nos desnaturalizaron,
no saltamos al vacío,
y vivimos caducados.
Crecimos artificiales,
con futuro grande e incierto
y olvidamos los finales
que asesinan a este cuento.
Finales sin comer perdices,
cuentos de hoy, vegetarianos,
en los que ya no hay matices:
se nos fueron de las manos.
Por eso ahora yo maldigo
a los días de sol dorado,
a los bares y conciertos,
a las visitas al teatro,
pues no hay mayor pantomima
que la historia de un encuentro
en un mundo que no gira,
en el que sin ti me pierdo.
Pero ahora nuestros caminos
vuelan lejos, separados.
Vives sin mí todo aquello
que por ti hube imaginado.
Sin embargo, no te culpo,
sé que yo no soy perfecto,
que si puedo me escabullo,
sé que no camino recto.
Por eso, ahora me despido
deseándote días felices
aunque ya no estés conmigo.
Esta historia se repite.
«Siempre serás un motivo para decir adiós sin hacer ruido.»
Flautista
sábado, 18 de octubre de 2014
miércoles, 15 de octubre de 2014
Juegos...
Es por los cambios que vienen de lejos,
es por los miedos que no sé enfrentar,
es por las veces que lloré en silencio,
es por los días que quise gritar.
Fui varias noches buscando respuesta
a mil rincones que no sé encontrar,
soñé mil veces con parar el tiempo,
y ahora, solo, no sé despertar.
Y ahora, al ver que ya da igual
echar de más lo que he echado de menos,
de hierro aparento ser
mas soy de cristal.
Y ahora toca perder en silencio
un juego que no entiendo,
romperé los cristales que siempre
duele atravesar,
robaré aquel reloj construido
con Arenas del Tiempo
para ir a buscarte de nuevo
y saber que no estás.
Y ahora toca perder en silencio
un juego que no entiendo,
me ataré a la idea de que esto
no va a funcionar,
cambiaré mil pasados
por un futuro incierto,
saltaré al más grande vacío
si estás al final.
Y ahora sé que tú nunca serás
muy consciente de esto,
del secreto que todos conmigo
tendrán que enterrar,
de las veces que quise caer
rendido contra tu cuerpo,
de las veces que el miedo a mí mismo
me hizo escapar.
«Siempre serás un motivo para querer jugar otra partida».
Flautista.
es por los miedos que no sé enfrentar,
es por las veces que lloré en silencio,
es por los días que quise gritar.
Fui varias noches buscando respuesta
a mil rincones que no sé encontrar,
soñé mil veces con parar el tiempo,
y ahora, solo, no sé despertar.
Y ahora, al ver que ya da igual
echar de más lo que he echado de menos,
de hierro aparento ser
mas soy de cristal.
Y ahora toca perder en silencio
un juego que no entiendo,
romperé los cristales que siempre
duele atravesar,
robaré aquel reloj construido
con Arenas del Tiempo
para ir a buscarte de nuevo
y saber que no estás.
Y ahora toca perder en silencio
un juego que no entiendo,
me ataré a la idea de que esto
no va a funcionar,
cambiaré mil pasados
por un futuro incierto,
saltaré al más grande vacío
si estás al final.
Y ahora sé que tú nunca serás
muy consciente de esto,
del secreto que todos conmigo
tendrán que enterrar,
de las veces que quise caer
rendido contra tu cuerpo,
de las veces que el miedo a mí mismo
me hizo escapar.
«Siempre serás un motivo para querer jugar otra partida».
Flautista.
jueves, 9 de octubre de 2014
Como no me lees...
Como no me lees he decidido escribirte,
pero hoy no fluyen las palabras
desde un corazón que se acobarda
por no cuidar lo que le diste.
Como no me lees he decidido confesarte
que soy un cúmulo de errores,
que por mí murieron los mejores
momentos que me regalaste.
Como no me lees he decidido decirte
que no sé cómo dar la vuelta,
ya no sé tenerte cerca,
duele creer que puedo herirte.
Como no me lees he decidido admitirte
que siento darte por perdido,
se difuminó el camino
que me permite encontrarte.
Como no me lees he decidido pedirte
que me salves de la sombra,
que me cures la deshonra
de no estar y traicionarte.
«Como no me lees he decidido escribirte, y lo hago para disculparme, para lamentar haberte perdido, para decir que estoy arrepentido, para echarte de menos sin saber acercarme.»
Siempre serás un motivo para escribir sin que me leas.
Flautista.
pero hoy no fluyen las palabras
desde un corazón que se acobarda
por no cuidar lo que le diste.
Como no me lees he decidido confesarte
que soy un cúmulo de errores,
que por mí murieron los mejores
momentos que me regalaste.
Como no me lees he decidido decirte
que no sé cómo dar la vuelta,
ya no sé tenerte cerca,
duele creer que puedo herirte.
Como no me lees he decidido admitirte
que siento darte por perdido,
se difuminó el camino
que me permite encontrarte.
Como no me lees he decidido pedirte
que me salves de la sombra,
que me cures la deshonra
de no estar y traicionarte.
«Como no me lees he decidido escribirte, y lo hago para disculparme, para lamentar haberte perdido, para decir que estoy arrepentido, para echarte de menos sin saber acercarme.»
Siempre serás un motivo para escribir sin que me leas.
Flautista.
jueves, 2 de octubre de 2014
La puerta
Al despertar estabais a una puerta de distancia.
Solo había que salir de la cama y cruzar la puerta.
No era tan difícil.
Sin embargo, aprovechando tu indecisión, se coló en la habitación
el Miedo.
Ese Miedo que aparece cuando no te atreves a hacer lo que deseas,
un Miedo imponente,
como un padre que sabe que has suspendido todas,
un Miedo que oprime el pecho,
un Miedo que oscurece las ideas
y te hace creer que
si das ese paso que tanto te asusta
te enfrentarás a consecuencias que no podrás asumir.
Pero tú quisiste ser fuerte,
te habían enseñado a serlo.
Querías demostrar al miedo que no podría imponer sus ideales,
que contigo se había equivocado de persona.
¿O no era eso lo que querías?
No podrías afirmarlo con seguridad, porque en ese momento entró alguien:
la Duda.
Duda siempre aparecía como la peor de las visitas,
inesperada,
inoportuna,
y queriendo ser el centro de atención.
Duda era ese cuñado cargante que quiere demostrar que siempre tiene razón,
aunque normalmente no sabe de qué habla.
Pero Duda se instaló con fuerza,
haciéndote ver que tal vez no fuera buena idea enfrentarse al Miedo,
que más vale malo conocido que bueno por conocer,
que aquel que se la juega siempre se expone a perder.
Además, ¿en serio quieres salir a buscar algo que no puedes ver?
Pero tú no tenías nada claro. Tenías tus dudas.
Fue en ese momento cuando te rendiste.
Casi sin darte cuenta empezaste a pensar,
a considerar que no puedes dominar lo que no comprendes,
a creer que nuestro deber es temer,
temer todo lo que escapa de nuestro entendimiento.
Por eso decidiste abandonar.
La puerta ahora era un muro inquebrantable,
un muro que no te dejó ver que merece la pena atravesar la oscuridad para ver la luz,
un muro que no te dejó ver que todo gira en torno al Sol,
un Sol que parecía abrasador en la habitación en la que estabas.
En ese momento apareció un último visitante:
la Cobardía.
Cobardía salió de debajo de la cama,
limpiando el puñal con el que mató a tu alma,
con el que la asesinó sin ser vista.
Siempre fue muy buena jugando al escondite,
y, una vez más, había ganado la partida.
Y todo por no querer abrir la puerta...
Flautista.
Solo había que salir de la cama y cruzar la puerta.
No era tan difícil.
Sin embargo, aprovechando tu indecisión, se coló en la habitación
el Miedo.
Ese Miedo que aparece cuando no te atreves a hacer lo que deseas,
un Miedo imponente,
como un padre que sabe que has suspendido todas,
un Miedo que oprime el pecho,
un Miedo que oscurece las ideas
y te hace creer que
si das ese paso que tanto te asusta
te enfrentarás a consecuencias que no podrás asumir.
Pero tú quisiste ser fuerte,
te habían enseñado a serlo.
Querías demostrar al miedo que no podría imponer sus ideales,
que contigo se había equivocado de persona.
¿O no era eso lo que querías?
No podrías afirmarlo con seguridad, porque en ese momento entró alguien:
la Duda.
Duda siempre aparecía como la peor de las visitas,
inesperada,
inoportuna,
y queriendo ser el centro de atención.
Duda era ese cuñado cargante que quiere demostrar que siempre tiene razón,
aunque normalmente no sabe de qué habla.
Pero Duda se instaló con fuerza,
haciéndote ver que tal vez no fuera buena idea enfrentarse al Miedo,
que más vale malo conocido que bueno por conocer,
que aquel que se la juega siempre se expone a perder.
Además, ¿en serio quieres salir a buscar algo que no puedes ver?
Pero tú no tenías nada claro. Tenías tus dudas.
Fue en ese momento cuando te rendiste.
Casi sin darte cuenta empezaste a pensar,
a considerar que no puedes dominar lo que no comprendes,
a creer que nuestro deber es temer,
temer todo lo que escapa de nuestro entendimiento.
Por eso decidiste abandonar.
La puerta ahora era un muro inquebrantable,
un muro que no te dejó ver que merece la pena atravesar la oscuridad para ver la luz,
un muro que no te dejó ver que todo gira en torno al Sol,
un Sol que parecía abrasador en la habitación en la que estabas.
En ese momento apareció un último visitante:
la Cobardía.
Cobardía salió de debajo de la cama,
limpiando el puñal con el que mató a tu alma,
con el que la asesinó sin ser vista.
Siempre fue muy buena jugando al escondite,
y, una vez más, había ganado la partida.
Y todo por no querer abrir la puerta...
Flautista.
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