A veces hay estrellas que se hacen demasiado grandes.
Basta con mirar al cielo una noche para sentir su luz, para ver cómo se iluminan y te guían en los momentos más oscuros.
Lo mejor de las estrellas es que todos tenemos alguna.
Puede que las encontremos en la noche más inesperada. En el momento en el que nadie lo imagina aparecen y vienen para quedarse, para que no te sientas solo, para mostrarte el camino si te pierdes y para darte esperanza cuando todo está perdido.
Pero las estrellas no están siempre. Las estrellas también cambian.
Las enanas blancas se convierten en gigantes rojas y los soles, eclipsados, envejecen hasta morir en supernovas.
Este es el momento más duro, cuando tu firmamento desaparece, cuando te quedas a oscuras y no encuentras luces que te amparen. Todo se ve entonces como un agujero negro, como una trampa mortal que destruye todas nuestras realidades.
Sin embargo, estos momentos son para tener paciencia, para reflexionar y reflexionarse. Así, el pesimismo desaparece, el alma se reagrupa y, casi sin darte cuenta encontrarás nuevas estrellas que marquen tu camino.
Porque no podemos olvidar que el más hermoso universo nació de la más horrible supernova.
viernes, 18 de diciembre de 2015
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Ícaro
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Sin palabras...además de decirlo así de bonito es una verdad como un piano (lo siento, una flauta no es tan grande...)
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