Desde que se sentó en aquel viejo escritorio sabía que la carta jamás llegaría a su destino. Aún así, se sentía resguardado bajo una oscuridad que sólo se quebraba ante la luz de una pequeña vela. Por tanto, decidió que era un buen momento para dejar volar algunas palabras otorgándoles libertad para elegir un destino que él nunca pudo escoger.
Fuera había una tormenta que se estrellaba contra la ventana intentado leer sus palabras, mientras que un viento silbante azotaba al navío susurrándole al oído los secretos de la frágil existencia humana. Aún así, sentía que sería fuerte como las velas de esa galera, que podría desafiar a los elementos y acabar con vida esa noche, suponiendo que se pueda llamar vida a la existencia que vivía condenado desde que olvidó su corazón en el último puerto.
Sin embargo, sabía que ya era tarde para volver, que el sol no volvería a brillar sobre su rostro y que la soledad de un barco vacío era un castigo que le azotaría cada noche.
Pero un relámpago brillaba de vez en cuando a través del cielo, recordando que también existe luz en los parajes más oscuros, aunque una luz inalcanzable siempre será más destructiva que una oscuridad sabiamente aceptada.
Por tanto, decidió abandonar aquel pequeño camarote y subir a la cubierta del barco con una de las botellas de vino de la bodega. La lluvia y el viento bailaron para celebrar su llegada, y las olas rugieron como leones hambrientos, deseosas de llevarle a escuchar el canto de las nereidas.
Fue entonces cuando el vino y la mala suerte jugaron un papel protagonista, haciendo que el barco zozobrase y él perdiese el equilibrio. Aún recuerda la sensación de caer por la borda, describiendo la caida como un ascenso a los cielos mientras que las gélidas aguas abrazaban su cuerpo como una lluvia de cuchillos.
Pero ya nada importaba. Su mensaje estaba guardado dentro de la botella y también había sido engullido por el océano. Por tanto, se limitó a cerrar los ojos y a sentir cómo el oxigeno abandonaba sus pulmones mientras esperaba que Poseidón se apiadase de su alma.
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